lunes, 21 de enero de 2008

Flases (III)

El Real Madrid ha ganado en su campo a todos sus rivales históricos. San Mamés, Mestalla, Camp Nou y el Calderón. Los cuatro han visto un dos en la quiniela cuando les ha visitado el equipo blanco.

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El Madrid está intratable. ¡Ni con Franco!

viernes, 4 de enero de 2008

Impartiendo una humilde cátedra

El fútbol así como tal puede ser una palabreja bastante ambigua. Por un lado, resulta ser un deporte cuya influencia es nula en la vida. No da dinero ni aporta nada. Sólo es un entretenimiento más, algo pasajero. Nada más. Los pertenecientes a este bando critican incluso a los del otro bando por no ver que esto no es nada en la vida. Familia, salud y trabajo están por encima de todo y no se entiende que se entrometa ahí el fútbol. Pero por otro lado, resulta ser un complejo mundo con sus nombres propios, adjetivos y verbos. A sus espaldas conforma una numerosa afición, cuya existencia da sentido a este deporte. Además, aporta unos sentimientos distintos y especiales a los comunes, que se exploran a flor de piel partido a partido. Se vive a diario y es tan cotidiano como un desayuno común. Sin él no se entendería la existencia aquí, con el resto de los mortales. Es, prácticamente, una cosmovisión que millones de personan respaldan.

Yo, por desgracia o por fortuna -aún no lo sé, el tiempo me lo dirá- estoy metido de lleno en el segundo bando. Hoy, quisiera tratar una rama ardua, pero simple a la vez, del fútbol. Me resulta muy curioso como se usan los adverbios bien y mal, unidos al sustantivo -en este caso- jugar. Para la inmensa mayoría, los conceptos están claros. Pero, en mi opinión, hay un cierto desconcierto y confusión de ideas. Un servidor hará aquí un humilde intento de aclarar tales conceptos. Es verdad que son ideas mías, de mi cosecha e ideadas por mi inocente e ingenua mente. Pero que, en materia futbolística, son realmente definiciones absolutas. O eso creo yo que debería de ser. La idea general que tanta confusión trae, y que yo en este artículo intento solucionar, es que jugar bien es jugar al ataque y jugar a la defensiva es jugar mal. No, no para mí. Se trata pues, de una malinterpretación que a mí me molesta mucho y escribo el presente texto por tal razón.

Al fútbol, como el resto de deportes, se juega. Por consiguiente, hay distintas y variadas maneras de jugar. Todas ellas tienen un fin: ganar. Esto sí es una verdad como la copa de un pino. Lo importante es ganar. Es un dogma tanto para el deporte como para cualquier trabajador normal. En el ámbito profesional, y el fútbol lo es, sólo vale la victoria, todo lo demás es mentira. Y es aquí, donde empiezo yo. Cuando un equipo, durante una semana o más -a veces, una temporada- ensaya determinadas jugadas, tácticas y demás para un concreto partido y luego, en dicho encuentro, sale bien y gana, entonces, ese equipo ha jugado bien. Sí, así con todas las de ley y así a secas: ha jugado bien. He aquí el primer error general: la gente llama jugar bien a un fútbol bonito, alegre y felizote. Mentira. Un entrenador, con su cuerpo técnico, y con 14 jugadores, planea ganar un partido y lo gana con las artes planeadas, ese equipo lo ha hecho bien, ha jugado bien. Es decir, jugar bien es aplicar al terreno de juego un sistema y una manera de jugar correcto, independientemente de que el sistema sea defensivo u ofensivo. Si lo hace bien, juega bien.

¿Maneras de jugar bien? Hay infinitas, cada cual sigue sus teorías, creencias y experiencias particulares, es decir, cada cual sigue su propio librillo. No obstante, se pueden generalizar en dos: jugar de una manera ofensiva y jugar de una manera defensiva. Me explico. Hay un modo que consiste en tener la pelota siempre, en tocarla y llevarla hasta la portería contraria, creando ocasiones con tal de marcar más goles que el rival. Fácil. El otro método consiste en tener un equipo bien hecho atrás, de manera que evita al rival llegar al área consiguiendo que no cree ocasiones, elude así encajar y, con total certeza, ya tiene un empate que se rompe con precisas contras o jugadas hechas bajo la seguridad de un muro por atrás que no se quiebra. Fácil. Uno intenta llegar y el otro lo evita. Las dos son válidas para la victoria. Y las dos son igualmente legítimas -futbolísticamente hablando, claro-. Si un equipo ensaya tanto un modo como el otro, en el partido lo aplica y gana, entonces lo habrá hecho bien, es más, lo habrá hecho de puta madre. Se lleva a cabo un trabajo que da un resultado óptimo. ¿No se puede pedir más, no?

El segundo error general es lo contrario. Un juego feo, defensivo y tacaño para el aficionado medio es jugar mal. Otra mentira más grande que los pechos de Yola Berrocal. Jugar mal, a mi juicio- no se debe olvidar que hablo yo, esto es, mi opinión y mi consciencia-, es hacer todo lo contrario a lo planeado. Ir a un partido y que nada de lo entrenado le salga. Se intenta ganar el encuentro con las artes estudiadas y planificadas, pero no funciona. No lo hace bien, o sea, juega mal. Eso es jugar mal. Dicho así, se aplica un sistema defensivo y el adversario le golea. Dicho de otra forma, se efectúa un sistema ofensivo y no se mete un gol. Ha perdido y su explicación no es otra que ha jugado mal. Por ello, me parece una pena que la sociedad futbolera clasifique jugar de manera defensiva como jugar mal, cuando en realidad no es así. Personalmente, pienso que tiene más mérito jugar defensiva que ofensivamente, ya que estos suelen hacerlo por la tremenda calidad de sus jugadores, unas cualidades innatas, siendo todo más fácil y cómodo; mientras que los defensivos no poseen tales características y suelen indagar en soluciones más costosas, basadas sobre todo en el trabajo diario. De hecho, los entrenadores de este estilo suelen estar infravalorados y, los que tienen éxito, etiquetados como entrenadores non gratos. Dígase Capello, Benítez, Mourinho, etcétera. Pero claro, el trato a dichos entrenadores es otra cosa, no tiene nada que ver con lo que intento exponer hoy. Así que, continúo.

¿Se puede jugar mal y ganar? Por supuesto que sí y vaya si se puede. Los once tipejos, a los que se les añade los tres cambios reglamentarios -se supone que cuando las cosas no salen, se buscan soluciones y una de ellas es sustituir a los más atontados del equipo- no se enteran de nada en todo el partido, el rival le está maniatando y dominando, pero, por lo que fuere, no anota ningún gol y el equipo resulta que en el último minuto pilla una contra y ¡hala! gana el partido. Pues sí, claro que puede ocurrir. El entrenador del equipo vencedor en rueda de prensa mentará a la Virgen Santísima de su pueblo, a su chaqueta de la suerte y a la flor que posee en el trasero. Sin embargo, ha ganado. Mal, pero ha ganado. Mas repito, ha jugado mal, porque no ha hecho nada de lo que tenía que hacer. Simplemente ha aguantado como ha podido y el otro no lo ha aprovechado. ¿Y el otro, qué? ¿Ha jugado bien y ha perdido? Sí, y además lo repito, sí, sí y otra vez sí. También cuenta, es parte del juego. Es aquí, entre otros, donde entra el factor suerte, que en realidad no suele pasar mucho, ya que se manipula muchas veces. Como juega a la defensiva y gana, pues tiene suerte. No. Suerte es si juega a la defensiva, le hacen miles de ocasiones, pero gana. Suerte es si juega a la ofensiva, no hace una mísera ocasión, pero gana. La verdad es que el asunto de la suerte también se merece un artículo.

A continuación, voy a hacer de este párrafo un paréntesis general, a modo de pausa publicitaria. Espero que me vaya expresando bien a lo largo del texto. No es cuestión, con lo mal que está el patio ahí fuera, de que les líe yo ahora. Por eso, en este párrafo, voy a resumir un tilín de todo: 1.-Un equipo programa un sistema de juego y lo ejerce en el partido con éxito, sea cual sea el resultado final, entonces juega bien, lo haya hecho ofensiva o defensivamente. 2-.Un equipo no hace nada o casi nada de lo planificado en un partido y, otra vez, sea cual sea el resultado, éste juega mal, lo haya hecho ofensiva o defensivamente. 3.-Por lo general y cuidado con estas líneas -voy a permitirme unas frases con juegos de palabras-, jugar bien equivale a ganar. Y jugar mal es igual a perder. Casi siempre suele ser así. Vale. Correcto, hasta ahí bien. Me siguen. No obstante, si se dan los casos contradictorios, por ejemplo, un equipo gana jugando mal, no por ganar habrá jugado bien y, al revés -si pierde jugando bien- no por perder habrá jugado mal. En este apartado entran factores imprevisibles que no se entrenan ni se trabajan, como puede ser la suerte, un árbitro o la calidad de un jugador rival. Así pues, lo primero es el estilo, cómo querer jugar: si de una manera ofensiva o si de una manera defensiva. Cualquiera de las dos es correcta; si se hace bien, juega bien y si no, juega mal. Ya ven, más simple que el mecanismo de un sonajero.

Y es que, sinceramente, me fastidia como casi todos los periodistas especializados en materia deportiva -sí, amigos, estudian carrera, hacen oposiciones y todo- opinan, o peor, imponen sus criterios en los cuales, un equipo que no practica juego por bandas, no crea ocasiones y, en definitiva, no realiza un fútbol ofensivo, se trata de un equipo que no sabe jugar al fútbol: juega mal. Manda huevos. Un ejemplo de estos artistas son Relaño y Valdano. Al primero, no le comprendo, es un hombre que sabe y mucho de fútbol, ha estudiado, ha escrito libros y vive por y para el fútbol; no entiendo por qué no acepta a Capello y a sus semejantes. Decir que los equipos de Capello juegan mal, me sabe a una barbaridad tremenda. ¿Cómo puede decir eso de un entrenador que ha ganado 9 ligas y una copa de Europa? ¿Jugando mal se puede ganar tanto? ¿Qué pieza falla? ¿Qué no encaja? Reflexionen, de verdad. Y en cuanto a Valdano, tres cuartos de lo mismo. Un tipo que destacaba por ser un jugador de fuerza, constancia y trabajo y no por su calidad y talento. Y eso que era delantero. No miento. Él, precisamente él, ganó un Mundial con una selección ultradefensiva. Con Maradona al frente, es cierto, pero con Bilardo (la antítesis de Menotti, ya saben) de entrenador. Sin embargo, después, se metió a entrenador y apostó por el fútbol que tanto proclama ahora, pero no triunfó, tan sólo ganó una liga. Y con el Madrid, que todo hay que decirlo. Ahora va de sabio, que lo puede ser, de mente brillante al servicio del mejor postor. Pues bien, para él, el Real Madrid, el día del clásico de la presenta temporada, jugó mal y el Barça bien. Cada vez tengo más claro que vive en el mundo de Yuppie. Ya veremos quien lo saca de ahí. Otro caso sería también el oráculo del barcelonismo, Cruyff, que también vio lo mismo que Valdano en el Barça-Madrid (0-1). Pero paso de meter más cizaña y es que, en otras cosas, Johan es de lo pocos que ha triunfado -esta palabra conlleva títulos de verdad- con un fútbol ofensivo y, muchas veces, bonito.

Y ya terminando de completar este entramado puzzle que ustedes, por leerme, y yo, por escribir, les he metido, hablo del cuarto y último punto que creo que monta toda la confusión: jugar bonito. O tiki-taka, o jogo bonito, como dicen algunos pavos. Digo que trae todo el lío porque la gente tilda al adverbio bien y al adjetivo bonito como sinónimos. Un grave error. No es lo mismo. Primero, ya hemos dicho que jugar de manera defensiva también es jugar bien. Y si algo precisamente tienen los equipos defensivos es su escasa belleza. Segundo, el juego ofensivo no tiene por qué ser estrictamente bonito. Un ejemplo. En contra de lo que la gente piensa, el Real Madrid jamás ha jugado bonito. En sus años gloriosos su juego ha sido muy bueno, de los mejores de la historia, pero no era exquisito. Digamos que bonito es la cúspide de la pirámide, el último escalón al que a nadie le interesa subir. La remanguillé, la créme de la créme que dirían nuestros vecinos franceses. Porque para jugar bonito tan sólo importa que se acuda a un partido a disfrutar. Tan sólo eso, a disfrutar, a pasarlo bien, a echar un rato libre. Y por ahí encontramos la razón por la que en el fútbol sólo importa ganar. Porque ni los jugadores, ni los entrenadores, ni los directivos, ni muchos aficionados, ni hasta el árbitro van a un partido a disfrutar. Nadie de los citados. Tan sólo una minoría resalta el espectáculo por delante de la victoria. Nadie repito. Hay dinero en juego y ese dinero, sólo suma ganando. Si quisieran jugar bonito y ganar dinero, se montaría un circo, no una competición estrictamente profesional.

Pero gracias a dios, y a pesar de que unos pocos -los locos del fútbol, que dirían- ven hermosura en sistemas complejos, jugadas estudiadas, tácticas y demás, el fútbol nos regala veraces momentos de auténtica belleza. Sí, señores, hay equipos que en determinados momentos juegan bonito. Pero nunca es su intención. Sólo en diversos momentos, a veces un par de minutos, y porque se lo pueden permitir -van ganando y tienen mucha calidad, ése es el principal argumento- hacen jugadas, toques, regates, paredes, filigranas y, otra vez, jugaditas, todo para la galería. Ahí sí. El tiki-taka ese que tanto pronuncia el diario de Relaño y cía, que por cierto, la idea salió de un señor de la competencia -mi añorado (en baloncesto) Montes- no sirve para una temporada, ni siquiera para noventa minutos. Es imposible. Un partido vale, dos ya son muchos, pero no toda una temporada. Nadie sale a un partido a jugar así (a tikitakear), por la sencilla razón de que no da resultados. Así de sencillo es. Amigos, y terminando que es gerundio, sólo hay un equipo en toda la faz de la Tierra que salga a jugar bonito y gane siempre. Y no es otro que los Harlem Globetrotter.