viernes, 29 de mayo de 2009

La consagración de Leo Messi

Llevaba ya más de un lustro en la cima del fútbol: era la estrella número uno, el orgullo de toda una nación sufrida; era la imagen del fútbol mundial. Pero Menotti, su técnico en el Barça, desestimó tajantamente una verdad para muchos indiscutible: "Maradona sólo será el mejor del mundo cuando gane títulos". Y así ocurrió. No fue hasta su llegada al Napoles y su triunfo en el Mundial 86, cuando Maradona gozó de tal distinción. Caso parecido, por no decir idéntico, es el de Lionel Messi, jugador que desde su primer partido -en el Gámper, contra la Juve de Capello- estaba destinado también a ser el mejor del mundo.

Jugador singular, de técnica y velocidad envidiable, se ganó la admiración de sus aficionados vertiginosamente. La maquinaria propagandística del Barça le echó el ojo como futura estrella culé y del planeta fútbol. Sin embargo, el revelo llegó más temprano de lo que creían. Los primeros indicios de decadencia de Ronaldinho tardaron lo mismo que su hundimiento absoluto. Es decir, a ritmo de vértigo, de la noche a la mañana, Ronaldinho desapareció. Así pues, en la temporada 06-07, necesitados de cubrir el inminente vacío del Gaucho, señalaron a Messi. Regates antológicos, golazos increíbles y la adoración de su público, eran motivos suficientes y clarificientes para optar a los premios que oficializan la etiqueta del mejor jugador del mundo.

Desaparecido ya Ronaldinho y afianzado el argentino como líder de su club, la propanga culé, fiel a su intachable tradición, realizó un trabajo de diez. Ni los resultados insuficientes del Barça, el cual no logró nada e hizo una temporada ridícula, ni la intromisión de la Eurocopa y lo que ello conlleva, ni siquiera el hecho de que Messi se tirara tres meses lesionado fueron argumentos para que no optase al Balón de Oro. Al contrario, futbolista genuino como él, no merece otra distinción que el trofeo dorado del revista France Football. Aunque eso conlleve destrozar el trabajo impecable de todo un año de un portugués.

El sentido común se impuso. Cristiano Ronaldo, máximo goleador del planeta, referente de su club, ganador de Copa de Europa y Liga, fue el ganador. Porque para ser eso, el mejor del mundo, no sólo tienes que tener cualidades extraordinarias y únicas, no sólo tienes que ser un futbolista distinto del resto, sino que además tienes que ser el líder y referencia de un club ganador. El fútbol se explica fácil: sólamente los equipos campeones serán los mejores; por tanto, sus futbolistas más resplandecientes serán los mejores. Tal explicación se corresponde con el Manchester de Cristiano de la pasada temporada, con el Milán de Kaká de la temporada 06-07. Y hoy, en el presente, con el Barça de Messi.

Porque hoy no necesito ni necesitamos al entorno culé para comprender la realidad de Messi. La temporada de Messi y de su club, el Barça, ha sido cuasi perfecta en todos los sentidos. Individualmente, Messi ha rendido a un altísimo nivel, ha cosechado unos registros estratosféricos; además, ha sido decisivo e influyente en los no menos excelsos resultados del Barça. Campeón de Copa, Liga y Champions; el triplete del Barça de Messi. Con ello, Messi se consagra de modo definitivo y unánime como uno de los grandes futbolistas del mundo. El debate -ahora sí y no antaño, como nos ha querido colar la prensa culé- tiene pies y cabeza. Es Messi, la estrella del flamante campeón, es el Barça de Messi, ¿A que no suena igual que hace un año?

Por cierto; esta entrada me ha llevado a una curiosa paradoja. El Barça tiene a Messi: campeón de España y de Europa. El Manchester tiene a Ronaldo: bicampeón de la Liga inglesa y subcampeón de Europa. ¿Y nosotros? A Raúl...

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Apuntes, varios y breves, sobre la final de la Copa de Europa.



-Felicito, otra vez, al Barça y a sus aficionados. Conseguir el triplete no es ninguna trivialidad.

-El Barça fue el mejor. Por tanto, ganó con indiscutible merecimiento.

-Me decepcionó el Manchester. Me esperaba más.

-Ferguson se equivocó. Su planteamiento fue erróneo.

-Guardiola acertó. Xavi, Busquest e Iniesta, es decir, un centro del campo ofensivo, fue la clave del éxito.

-Ciertos jugadores reds no dieron la talla. Van der Sar, dubitativo; Vidic y Ferdinand fallaron en el primer y segundo gol, respectivamente; Anderson y Giggs no estuvieron en el partido, no debieron jugar (error de Ferguson); Rooney y Ronaldo muy separados, muy solos en ataque.

-Ronaldo fue el único que dio la cara.

- El Barça no acusó sus bajas. Más mérito todavía.

-Iniesta es el mejor futbolista español que ha salido desde Raúl.

-¡Raúl, jubílate! (ya sé que no viene a cuento, pero no puedo evitarlo).

-Me hubiera gustado hacerlo por nuestra cuenta, pero, de momento, agradezco al Barça que le haya ganado a Ferguson. Sí, viejo borracho; no me caes bien. Jódete.

-La mejor noticia es que se ha acabado el año. El triplete ya es historia. Ya sólo vale junio en adelante.

lunes, 18 de mayo de 2009

Felicitando al Barça

Ahora que la temporada ha finalizado, ahora que es el momento del reparto de títulos, ahora que es el momento de las conclusiones finales es cuando se debe calificar y adjetivar al Barça.Y felicitar, claro. No a mitad de temporada, cuando no había logrado nada.

Empiezo por Guardiola. Entrenador al que se le atribuye mucho mérito de la gran temporada del Barça. Para muchos su gran baza es el fútbol que su equipo ha practicado y su afinidad hacia la cantera, es decir, a lo superficial y artificial. Yo, sin embargo, me quedo con otros aspectos, los que nadie ve ni valora. A mi juicio, más que por abogar un fútbol bonito, alegre y espectacular, su gran labor reside en haber actuado como un verdadero entrenador. Es decir, ha resuelto con nota lo que se requiere para el ejercicio del entrenador de fútbol en el siglo XXI. Este año los jugadores del Barça se han encontrado con la paradoja de que había que ganarse el puesto si querían jugar domingo a domingo. Cosa que no ocurría en la era Rijkard. Eso significa ser la autoridad máxima en un vestuario, que decide y manda sin ataduras ni amiguismos. El ejemplo más claro es el de Eto'o.

Guardiola ha impuesto el orden y la disciplina; el trabajo diario y no el nombre como mérito ha hecho de los jugadores del Barça altamente competitivos durante todo el año, con muy pocas lagunas. Normalmente, los equipos campeones suelen tener bajones de juego y resultados. Miren al Madrid de Schúster en febrero y marzo del curso pasado. Este año el Barça apenas ha tenido un mal momento. De este modo, se establece una clara jerarquía vertical en el vestuario, la cual no hace sino producir grandes beneficios al club. Formenta la competitividad dentro del propio equipo lo cual equivale a un aumento del nivel de los jugadores en partido oficial; los jugadores no piensan, sino trabajan y actúan; elude que se creen grupúsculos en el vestuario. Todos van a una, todos van con Guardiola. O estás con él y su método, o estás fuera. Los que no trabajan, los desganados quedan retratados. Señalados. Ya no hay sitio para ovejas negras. Guardiola es el jefe; nadie cuestiona su autoridad.

En segundo lugar, Guardiola ha dotado de sentido táctico al equipo. Eso, en equipos que practican un fútbol ofensivo, es una rareza. Esto es clave para comprender el éxito del Barça en los momentos más importantes del año. No ceñirse y encabezonarse al sistema, dotarlo de más verticalidad le ha hecho ser un equipo menos previsible, más poderoso. El Madrid, mi Real Madrid, lo ha sufrido en sus carnes. Otro punto es el aspecto físico. Gran suspenso del antecesor de Guardiola. La mayoría de los jugadores han llegado frescos a mayo, que es cuando se da el todo por el todo. No obstante, está la excepción de Eto'o, al que creo que llega quemado a la final de Roma. Estas dos facetas del fútbol son importantísimas e imprescindibles en el fútbol de hoy en día. Y Guardiola las ha manejado muy bien. Sin ellas, no habría opción al triplete.

Así pues, son en los cimientos y creación de este equipo y no en el resultado final y la visualización del producto donde encontramos el gran mérito de Guardiola. La estructura del majestuoso edificio es suya; la pintura y la estética, es de los jugadores. Los resultados: la sincronización de ambos.

No obstante, en esta entrada también quiero dejar paso a la crítica particular. Es decir, a título mío. Y lo hago concretamente en un tema que no hago amigos, precisamente; de esos etiquetados por la realidad imperante como políticamente incorrectos. Mucho se habla del agradecimiento a Cruyff por traer esa filosofía del fútbol, ofensivo y, especialmente, bonito; el fútbol de toque con el que han disfrutado de tantos elogios y piropos. Personalmente, me es una forma de jugar al fútbol tan legítima como cualquier otra. No me hace de más mérito, de más justicia poética las victorias de los equipos que juegan de ese modo. Se está convirtiendo lo que era hasta ahora una teoría o manera de ver e interpretar el fútbol en un fundamentalismo radical. Es más, creo que en esta campaña se ha echado en falta equipos que sí valgan como vara de medir al fútbol del Barça. La única y verdadera prueba de fuego la han tenido en semifinales de la Copa de Europa. Y aunque el resultado diga lo contrario, no salió como se esperaba. Su excelso juego ofensivo no superó al brillante juego defensivo que planteó el Chelsea. Podemos decir, sin ambages, que el fútbol ofensivo no ha vencido al fútbol defensivo con contundencia.

Por último, señalar que este Barça, por mucho triplete y mucho récord que haya logrado esta temporada, no ha tocado techo. Ni muchísimo menos. Esto no ha hecho más que empezar. El Barça aún tiene un largo camino que recorrer.

Durante toda la vida, o mejor dicho, desde que Santiago Bernabéu cogió las riendas del Real Madrid, el Barcelona ha sido un equipo perdedor. El segundón de España. Siempre a la deriva de los éxitos del club blanco, con pretensiones y aspiraciones de menor calibre. Con la llegada de Cruyff, la historia azulgrana empezó a variar. Consiguió acabar con el monopolio blanco en España. Ya no hay un grande, sino dos, el Barça y el Madrid. Ellos son los amos y señores del campeonato de Liga. Poco a poco va cambiando la dinámica y la historia de este club. Cada vez es menor el pensamiento perderdor de antaño "con ganar al Madrid en el derbi nos sobra". Su camino debe acercarse al de las letras de oro de la historia del fútbol . Éste es el objetivo primordial del Barça del futuro próximo. El de Guardiola y sus futbolistas.

Esto es, les queda lo que nunca jamás -perdonen el pleonasmo- han hecho en más de cien años de existencia. Su gran laguna, su gran lunar, su gran diferencia con el Milan, el Liverpool, el Bayern, el Ajax y, sobre todo, el Real Madrid; les falta lo mismo que intenta ahora el Manchester United: plantar una hegemonía en Europa. Ganar, dominar y marcar una época en el viejo continente. He ahí la mayor grandeza del fútbol. Y no jugar como los ángeles.

jueves, 7 de mayo de 2009

Seis goles directos al corazón blanco


Seis goles nos colaron el sábado. Seis nos coló el Barça. Y en nuestra casa. Nunca un partido de fútbol resultó tan doloroso para un servidor. Creo que ha sido la mayor humillación que he recibido desde que soy madridista. Y no es porque yo haya visto precisamente pocas derrotas blancas. Ni las eliminatorias europeas perdidas durante el último lustro, ni la goleada del Valencia en la Copa del 99, ni la del Zaragoza hace tres años; ni aun el 0-3 que el Barça nos endosó en noviembre del 2005 ha sido tan doloroso como el partido del sábado. Uno contemplaba la posibilidad de un partido duro y arduo, hasta era consciente de la posibilidad de perder, pero no me esperaba esto. Nos la metieron doblada: derrota, baño y goleada. Y encima el equipo que más nos odia, el que más se alegra de nuestras miserias y cuyos aficionados soporto a diario.


Gran parte de la culpa de todo esto lo tiene el propio Madrid. Las nefastas políticas deportivas e ineptitudes de los dirigentes blancos, la demagogia y las falsas ilusiones creadas por la prensa blanca, el conformismo de una afición indolente y profundamente ignorante han propiciado la cruda realidad de este Madrid: un equipo de aspiraciones paupérrimas. No da para más. El adjetivo ridículo es constante en sus noches por Europa. Un equipo que, con su mediocre y lastimoso presente, maltrata a su glorioso pasado y a su futuro. Porque no es capaz ni de generar ilusión. Y, para remate de las penurias, tiene la desgracia de convertir a toda una leyenda viva en un auténtico lastre (Raúl). Sin todo esto, el Barça jamás se hubiera permitido el lujo de humillarnos.

No obstante, no voy a restar ningún mérito a los culés. Admito su superioridad en el clásico. Guardiola pareció aprender muy rápido la lección del Chelsea. En el partido de ida, el Barça, con el técnico culé a la cabeza, se quejó de que les pusieran el autobús. Ay, mamá, que fulano no me deja, clamaron. El catennaccio en estado puro es una forma totalmente legítima de ganar partidos de igual modo que practicar un fútbol ofensivo. Es trabajo del Barça conseguir sus objetivos por iniciativa propia, y no porque el rival se lo ponga en bandeja. Así, el Madrid de Juande supongo que intentaría jugar como los ingleses -lo supongo porque no lo vi- pero el Barça se adelantó. Fue listo Guardiola: estudió al Madrid, aprovechó sus puntos débiles e, incluso, varió el sistema para poder jugar y ganar al Real. Fue el 4-3-3 menos rígido de toda la temporada. No sé si se fijaron, pero el Barça jugó en casi la totalidad del partido sin un nueve definido y con Messi por el centro. Así sí, señor Guardiola. Así sí tienen mérito las victorias. A mayor dificultad, mayor grandeza. Felicito su victoria en el Bernabéu y mi parabién les daré cuando les toque la hora de celebrar sus títulos.

Confieso una cosa: el Barça, personalmente, me ha hecho daño. Y eso es difícil. Que el Barça me traiga dolores de cabeza es complicado. Por la sencilla razón de que no me importa sus andaduras. No me interesan ni celebro sus miserias como tampoco me enrabian sus victorias. No es mi estilo. Simplemente no me caen simpáticos, nada más. O dicho de otro modo: soy madridista, no antibarcelonista. Pero por esta vez voy a hacer una excepción. Ésta derrota no se puede pasar por alto. No se olvidará jamás. La escandalosa goleada es un ultraje en toda regla al honor madridista. No podemos tener esa mancha en nuestra historia. Quiero venganza, pido revancha. Quiero lo mismo que ocurrió hace 14 años, cuando le devolvimos la manita que ellos mismos nos endosaron. Necesito tener la conciencia tranquila.

Pero eso, la vindicta culé, no deber ser más que una batalla particular. O un capricho mío. Sólo eso. Porque nuestra gran batalla, nuestra verdadera guerra es recuperar nuestra identidad. A ver si los futuribles dirigentes blancos nos devuelven la grandeza perdida. Por ello, espero y deseo el Florentino del 2000. El mismo que cambió el rumbo del club. El mismo con el que fuimos grandes en todos los aspectos, que no todo son resultados. Y que sea cuanto antes, pues, al ritmo que vamos, me estoy convirtiendo en un jodido nostálgico. No es mi intención pasarme el resto de mi vida contando batallitas. Quiero volver a revivirlas; quiero que mi equipo recupere el lugar que históricamente le corresponde. El cetro del fútbol mundial debe ser siempre blanco.

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Actualizo la entrada:


Hoy media España futbolera celebra el pase a la final del FC Barcelona. La otra mitad refuña y maldice la potra culé y los fallos arbitrales.
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Todos lo vimos ayer. El arbitraje de ayer fue horroroso, hasta tres penaltis no pitó el árbitro ayer. El Chelsea tuvo sus ocasiones para llevarse la eliminatoria; todo lo contrario que el Barça que tan sólo tuvo una y en tiempo de descuento. Le bastó con eso. Iniesta, el futbolista con más talento del Barça -es opinable, y yo opino- la metió por toda la escuadra. Golazo. Sin embargo, realmente, la victoria del Barça fue injusta e inmerecida, porque el Chelsea dominó el encuentro.

Pero quisiera hacer una breve reflexión. No somos nadie para poder quejarnos. Lo mejor es mantener la boca cerrada. Imaginen si en en vez del Barça fuese ayer el Madrid. Todos lo hubiéramos celebrado como locos. A ningún madridista le hubiera importado si el arbitro influyó o no en su contra; como tampoco nos habría molestado que su equipo fuera inferior en el juego. Porque estos partidos son los que se ganan por lo civil o por lo criminal.

Así que, madridistas, menos quejas fútiles y más mirarse el ombligo. Que tenemos muchas cosas por hacer. Aunque nos fastidie, dejemos en paz a la gente que hace las cosas bien.

lunes, 4 de mayo de 2009

Un puñetero lapsus

Me cago en Raúl. Me cago en todo.

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Por error, y gordo, publiqué algo que no tenía que publicar. Lo escrito aquí no era una entrada.

No obstante, mantengo la entrada por respeto a aquellos que han pasado por aquí.

Eso sí, me guardo el derecho a retirar el texto. Aunque Luisi ya lo sepa, xD.