lunes, 10 de mayo de 2010

Un fin de semana completito


Liga: en la mano del Barça está. Esta temporada he roto uno de mis principios: por una vez y sin que sirviese de precedente, me convencí de que ganar un título no era una obligación ni una exigencia. Lo contrario no era sino engañarse uno mismo, desvincularse de la realidad por completo. Los propósitos y objetivos pronosticados dictaban mucho más allá de lograr trofeos. La temporada 09/10 era el año I de proyecto: el comienzo. En consecuencia, era el año de adecuación y adaptación; de crear y realizar; de conjuntar y complementar; en definitiva, de definir los cimientos sólidos de un equipo. Aun así, todo ello nunca había sido históricamente un inconveniente que impidiera la consecución final de un título y que por tanto saciase el sentir ganador de todo madridista (recuerde: "Un año en blanco son cien años en el Real", Valdano dixit). Sin embargo, la envergadura y complejidad del recién estrenado proyecto así como el gran nivel del FC Barcelona complicaba enormemente las opciones de victoria final. Por consiguiente, ahora que la competición casera alcanza a su última jornada, no me sabe mal ni me enrabieta ni me entristece que el Madrid no consiga esta Liga. De hecho, por no querer, mis miras están puestas en cuestiones más alejadas.




Comienza el acoso mediático de Pellegrini. A la campaña realizada por el diario Marca en personalización de su director, el deleznable Inda, se le une también el diario As y la Cadena Ser. O sea, Prisa. O sea, Prisa y Marca, los grupos más poderosos del periodismo deportivo, unidos por la misma causa: largar a Pellegrini y traer a Mourinho. Y ante tal afrenta, no puedo ser más que pesimista. Qué menos si quiero ser realista. Porque quisiera creer y tener fe, pero la experiencia me dice que Florentino y su grupo -Valdano y cía- claudicará. ¿Aguantará esta vez el Real Madrid la presión de la prensa? ¿O bien soy un iluso y los medios ni mienten ni son interesados? Lo cierto es que se esperan cuatro semanas de guerra mediática hasta el pistoletazo de salida del mundial, donde imagino que desviarán el punto de mira. Ya saben mi opinión: no es cuestión de que Pellegrini sea nefasto o magnífico, ni tampoco de que Mourinho sea Dios y Cristo encarnado (visto así, en criterios comparativos, es indudable: Mourinho es mejor entrenador), sino de que no tengo ganas de romper el enésimo proyecto y empezar de nuevo. No me apetece pasarme la vida animando a un equipo que se reinicia todos los años. Así es imposible.



Despedida de Guti. Anda el madridismo un tanto dividido con el hecho de que Gutiérrez cuente sus últimas horas como madridista. Los hay aliviados, felices tipos que respiran tranquilos tras conocer la salida de Guti del Madrid; y los hay -éstos son mayoría- tristes, emocionados y melancólicos por la retirada de su jugador fetiche, un grande incomprendido, uno de los suyos. Yo, fíjense, ni uno ni otro. Ni contigo ni sin ti, que diría aquél. Al margen de las suspicacias estrictamente deportivas -nunca ha sido indispensable en el Real, menos ahora con treinta y tantos años-, el adiós de Guti me deja frío, casi indiferente, intrascendente, tal y como me lo parecía el propio futbolista. Una baja más de final de curso. A lo sumo, me provoca un deje de desencanto, por la sensación de que este futbolista nunca ha sido ni la mitad de lo que pudo haber sido. Todo un talento tirado a la basura, apenas aprovechado, casi inutilizado. ¿Alguna temporada completa y regular en el Real? ¿Alguna vez decisivo y determinante más allá de dos partidos al año? En fin, que adiós, Gutiérrez.



Barça, flamante campeón de Europa. Cuando hace dos años el Regal Barça -por entonces, Winterthur- tocó fondo, nadie esperaba que la recuperación de esta laureada sección azulgrana fuese tan rápida como productiva. En menos de dos años, han pasado de la ignominia deportiva a la gloria de los grandes que otorga la consecución de la Euroliga, la Copa de Europa del basket, ése título que tanto se le ha resistido a lo largo de su historia. Y todo ello tiene un responsable: Joan Creus y su grupo. Ellos han diseñado la magnífica plantilla: Mickeal, Morris, Ndong y, sobre todo, Rubio. Incorporaciones muy acertadas que otorgaron un salto de calidad a una plantilla de buenos jugadores (Navarro, Vázquez). Asimismo, otro tanto de Creus fue su confianza plena en un novato de los banquillos. Xavi Pascual, aun sin ser un fino estilista, su labrado y eficaz trabajo ha dado sus frutos. Porque, y es muy curioso, el éxito de este Barça se explica de manera muy simple: grandes jugadores, una mayúscula defensa y un baloncesto sencillo; todo ello aplicado con mucha intensidad. Conclusión: equipo arrollador. Como así queda refrendado: la temporada del Barça es casi perfecta, inmaculada -aún falta el desenlace de la ACB-. Sus números han sido demoledores: ¡31 victorias, sólo tres derrotas! Y campeón de Copa del Rey. Una barbaridad. Enhorabuena, por tanto.



Red Bull es el rey del mambo. No se dejen engañar. La clasificación del mundial de pilotos no refleja la realidad imperante de la fórmula uno. Si bien lideran la tabla Button y Alonso, no tienen los coches más rápidos a día de hoy. Son los Red Bull, a lomos de Webber y Vettel, los principales dominadores de esta primera parte del Mundial. El mérito de esta escudería es extraordinario, y gran parte de su celebridad actual se debe a Adrian Newey, el ingeniero que ha diseñado el coche. Así pues, se puede establecer una breve conclusión a vista de las cuatro primeras carreras: muy por encima del resto, Red Bull; si McLaren y Ferrari no están alejados en puntos y rendimiento es fundamentalmente por el talento de sus pilotos. Montmeló será una pista aburrida para el espectador pero es un circuito muy clarificado: expone con fina exactitud quiénes son los mejores bólidos. Sólo hay que echar un vistazo a la estadística. Aquellos que copan el podio en el Gran Premio de España suelen ser los que acaban disputando el mundial de fórmula uno.