lunes, 19 de septiembre de 2011

Grandeza en estado puro



Hay tipos que tienen un halo realmente especial. Hombres nacidos con un don extraordinario, único, que les hace triunfar en la vida. Talento se podría decir. Lo pensaba cuando veía a Gasol encestar triples como churros (hasta los cuartos, 6/7 en triples) como nunca lo había hecho antes. En la enebea tenía su tirito de cinco metros, certero y fiable, pero nunca lo intentaba desde más distancia. Ha sido cosa de este verano; entrenar, probar, ejecutar y anotar en dos meses. La facilidad y rapidez con la que Gasol ha añadido un recurso más a su amplio repertorio indica mucho del calibre del talento de Pau Gasol. Esta observación me llevó a echar la vista atrás: no es la primera vez que lo hace. En el 99, era un simple alero flaco y desgarbado que sólo le llegaba para ser reserva en la selección júnior (campeona, por cierto) y que pasó a convertirse en el cuatro titular del Barça, donde destrozó pinturas por su versatilidad y agilidad. Después, ya en la enebea, logró moldear su cuerpo y pelear con los duros jugadores afroamericanos; posteriormente, adquirió una serie de movimientos de auténtico pivot, con ese juego de espaldas tan característico y su efectivo gancho con cualquiera de las dos manos; finalmente introdujo un tiro de 4-5 metros que le alzó como uno de los mejores jugadores del mundo. Completo, difícil de parar. La excepcional velocidad para transformarse en mejor jugador a lo largo de una carrera deportiva se explica mediante el talento. Sin él, es imposible.

Hay otro señor que cuando decidió dedicarse al baloncesto posiblemente le dijeron que llegaba tarde, que su época ya había pasado, que se metía en un mundo donde el físico es exigencia innegociable. Pero resultó ser muy cabezón: Navarro era un tipo bajo que no quería ser base, que no saltaba ni tenía músculo, ni corría ni era ágil. También le costaba defender. Sólo quería tener la bola; y cómo la tenía; y cómo la enchufaba. De donde sea. Y sin embargo, con todas las mismas carencias que tenía en sus inicios y que tan desfavorables son en el baloncesto actual se convirtió en una leyenda del basket FIBA. Obtuvo un palmarés brutal, tanto colectivo como individual, a base de una importancia decisiva y crucial en sus dos equipos: el Barça y la Selección. Determinante, imparable. Todo por puro talento. Todo mediante el talento. No se puede lograr tanto con tan menos.

Pero en el baloncesto, juego íntegro de equipo, no basta con el talento, la cualidad más notoria. Con sólo talento atisbaríamos a la explosión de genios individuales deportados en equipos perdedores, cual Alemania y su Nowitzki. Se requiere más. Se necesitan fundamentos del juego, conocimiento pleno del deporte practicado, el perfeccionismo por el buen hacer en cualesquiera de las tareas. Ése es Calderón. Asimismo, la inteligencia en tipos de más de 2.10 otorga un poderío único, véase Marc. Del mismo modo, se precisa de la explosividad física y el ímpetu de Rudy. Como tampoco se puede dejar pasar el impagable plus que otorga la superioridad física del jugador negro, impregnada en Ibaka. También ayuda, y mucho, que tipos como Felipe hagan del rebote territorio inexpugnable (este año no; pero la aportación de Felipe a la selección ha sido fundamental). Baste, por último, sin más alardes que criterio y sentido común en la dirección, Scariolo, para que la suma resulte fácil. Porque cuando todo ello se conjunta, la ecuación sale sola: un equipo invencible, ganador. Arrollador en sus mejores noches. Acompañar a la URSS y Yugoslavia en los libros de Historia, con mayúscula sagrada. Grandeza.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Una visión de la Liga


F.C. Barcelona. Mismos jugadores, mismo entrenador, mismo estilo de juego; misma dinámica ganadora. A ello se le añade la presencia de dos buenos incentivos, Cesc y Alexis, que otorgarán profundidad y desequilibrio respectivamente al juego culé. Dos futbolistas muy bien fichados a mi juicio: más recursos y salidas para un sistema imbatible a día de hoy, por mucho que los rivales sepan cómo juega el Barça. Y si todo falla, siempre quedará Messi. Por otro lado, se comenta que el punto débil se sitúa en la defensa, en el banquillo de ésta, más preciso. Minucias. Salvo posiblemente ante el Real Madrid, el Barça no perderá la Liga por no tener a Piqué y/o Puyol en el once. La superioridad sigue siendo incontestable para cualquier equipo de España, incluidos los presuntos equipos champions. El Real Madrid y nada más que el Real Madrid es su gran rival, el único que puede hacerle daño. La temporada se resumirá por tanto en mantener la regularidad de antaño y en vencer a los blancos en el enfrentamiento directo.

Real Madrid. Aunque ninguno de los cincos fichajes de este año sea finalmente titular, este Madrid es doblemente más fuerte que el del año pasado. Por vez primera en ocho años, repite el técnico y todo lo que ello implica: se refuerza el juego, con mejores y más automatismos, con más fluidez, con más compenetración entre los jugadores, más expertos ellos. Lo que todo partió con una reunión de enormes jugadores, sumando una plantilla inigualable en el mundo, tiene hoy lo que necesita todo equipo: tiempo. Aunque objetivamente para mí el favorito es el Barça, si yo tuviera que apostar mi dinero por el campeón de liga de este año lo haría por el Madrid. La receta para esta temporada ya la tienen asimilada: escaso regalo de puntos y sumar cuatro puntos como mínimo en los duelos directos ante el Barça. Rival al que cada vez le juega mejor, cada vez le supone más factible y al que -importante- ya le hizo daño: final de la Copa. ¿Algún pero, alguna duda futbolística? El acompañante de Xabi. ¿Khedira, otrora interior todoterreno y ahora alumno aplicado del cursillo acelerado de mediocentro? ¿El caos perfecto de Lass? ¿El imberbe Granero? ¿La incógnita Sahin? Coentrao es un extremo vistoso, un buen lateral, un gran jugador polivalente pero no un centrocampista.

Valencia. Le he empezado a coger manía a Unay Émery. Y no sólo por la poca empatía que desprende el tipo, con esos cambios de humor tan histéricos, con esos tics tan raros: parece el informático loco de la tienda de ordenadores de la esquina. La persona que jamás vería llevando un grupo de futbolistas, sino como el rey del pecé fútbol. No, no sólo por eso. En lo referido al fútbol, Émery me está dejando dudas. Valoro, no obstante, muchas cosas del técnico; como por ejemplo sus dos grandes años en el Almería (ascenso y permanencia); como también que ha mantenido al Valencia en posiciones dignas, primero, en un equipo lleno de gallitos para un técnico novel (un horror enfrentarse a Albelda en un vestuario) y, después, con el desmantelamiento de sus mejores jugadores. Pero las dudas van por otro lado. No comprendo cómo, aun siendo finalmente tercero, el Valencia es tan irregular en su juego, dejándose puntos inexplicables en campos de nadie, goleadas humillantes anexas; como también, del mismo modo, aún no he visto al Valencia de Émery destacar ante los grandes (aún no ha rascado un punto ante Barça y Madrid) ni en Europa. No se puede pasar siempre desapercibido, hay que brillar, aunque sea esporádicamente. Este año tiene la oportunidad de cerrar mi enorme bocaza... o de ser un mediocre para siempre.

Villareal. Todos los que no somos Maldinis podemos concluir fácilmente que el Villareal es de los pocos equipos en el mundo, junto a Barça y Madrid -y el City ahora, ¡ojo!-, que ofrece un fútbol atractivo. No diré el siempre mal utilizado y de patente de exclusividad barcelonista término jugar bien, acción que engloba a más equipos (¿acaso ha habido un campeón de una liga europea que haya jugado mal?), sino atrayente en su concepción del fútbol ofensivo y atacante; por ello, el Villareal es de esos escasos equipos que vale la pena perder el tiempo viendo fútbol. Garrido sabe. Asimismo, y ya podría aprender el susodicho Émery, el Villareal nos tiene acostumbrados con alguna gesta, tal como ganar en Europa al Bayer Leverkusen y al Nápoles (le faltó el Oporto), por citar las recientes. Así pues, lo extraño sería que este año no llegara a octavos en la Copa de Europa aun en el grupo de la muerte. Sin embargo, y es curioso, este Villareal, ejemplo de eficaz gestión de la última década, tiene en su haber una singular paradoja: nunca empala dos temporadas consecutivas en Liga con suficiencia. Altibajos anuales, se podría decir. Mi apuesta es clara, pues: bien en Europa, mal en España.

*lo escribí antes del Bayern Munnich y lo mantengo todavía.

Sevilla. El conjunto andaluz quiere resarcirse de los tiempos convulsos de los últimos años, resaca floreciente de la mejor etapa de su historia. Y nada mejor que la contratación de un entrenador competente como es Marcelino -pan y vino- para recuperar la estabilidad deportiva. El asturiano (Marcelino) retoma su prometedora carrera después de esa enorme equivocación que fue entrenar a un segunda (Zaragoza) por un vaya usted a saber por qué. La plantilla es un tanto más manejable, más sana, ya desterrados los Fabianos de turnos y con gente joven como puntales (Negredo). También ayudaría que Monchi recobrase sus habilidades de vidente tan admiradas en su día, van ya un par de años con sonoros fiascos; sus últimas incorporaciones son un tal Trochowski y Spahic. Efectivamente, no los conoce ni el propio Monchi ni se espera nada rutilante de ellos. Pero lo mismo se creyó de Alves y de Baptista, entre otros, creánme.

Atlético de Madrid. Los designios divinos del Atlético de Madrid son inescrutables. Un auténtico enigma indescifrable; nunca se sabe por dónde va a salir el Atleti. Igual confecciona una plantilla notoria y acaba deambulando por la competición, que lo mismo el año que casi desciende a segunda -otra vez- gana dos títulos coperos. Aventurarse a predecir su andadura es toda una osadía. Sin embargo, y esto es noticia, es la primera vez desde que volvió a primera división (2002, o sea, diez temporadas) que yo tengo buenas sensaciones con el equipo rojiblanco. Sí, me gusta lo que veo. Me gustan los fichajes. Sí, veo criterio y sentido común en la elaboración del nuevo Atleti. A riesgo de caer en pecado mortal, auguro una buena campaña atlética. Y eso que Manzano no es santo de mi devoción. Claro que todas las buenas intenciones mostradas por Caminero en la enésima reinserción colchonera en la élite se enfrentan a un cúmulo de contrariedades tan ridículamente atléticas. A saber: una afición caprichosa, impaciente e ignorante, que pide la cabeza de sus entrenadores al primer traspié. Unos directivos torpes e inútiles -Gil Marín, directivo del año 2010 (?)-. Un presidente cazurro y populista. Un entorno irascible y fatalista que resta más que suma, en resumen. Torear al Atleti no es faena fácil. Pero esta vez les deseo lo mejor. Me encantaría que esta historia saliera bien.

Eso sí: volverán a dejarse seis puntos con el Madrid. Ley de vida.

Athletic de Bilbao. Los leones vienen de un estío electoral. Unas elecciones que han dejado una conclusión rotunda que a mi parecer es totalmente sorprendente. Y paradójica. Porque resulta que el tipo que ha ganado los comicios a la presidencia ha basado su programa en la contratación de Marcelo Bielsa. Es decir, han cambiado a García Macua por Josu Urrutia debido única y exclusivamente a Bielsa. Y yo me pregunto, mente pensante tal vez ingenua la mía. ¿Cómo es posible que el equipo más limitado del planeta fútbol, que vive de los tres millones de euskal herritarrak (gentilicio de Euskal Herria) existentes en el mundo y de la rápida nacionalización de los apátridas, vaya y coloque a uno de los técnicos más exquisitos del fútbol? Paréntesis aclaratorio: Bielsa apuesta por jugar al ataque, posesión mediante. De la casa de Pep, Lillo y cía (le caerá súper bien a Segurola, ya verán). Es decir, ese fútbol requiere de una serie de futbolistas escrupulosamente aptos para la tarea. ¿De dónde piensa sacar el Athletic las exigencias del argentino? ¿Qué jugadores va a usar? ¿A los que no saben, les va a enseñar ahora? ¿Por qué supeditar los pocos efectivos existente a un sólo hombre? ¿No es más lógico al revés? Francamente, pienso que si yo fuera aficionado bilbaíno (y doy gracias por no serlo, y ellos a mí) viviría más tranquilo con entrenadores supervivientes, tipo Caparrós, que jamás será top (gracias, Mou, por el palabro) de su profesión pero cuyos equipos son siempre dignos.

Eso es todo hoy.