martes, 19 de marzo de 2013

El reinado de James



Lebron James volvió a exhibir su aplastante hegemonía en el baloncesto mundial. Ayer aniquiló a los Celtics en el TD Garden con una demostración de superioridad incontestable, con canasta ganadora incluida. Boston dominó gran parte del duelo, siempre competitivo y orgulloso, pero cayó ante un soberbio último cuarto de Miami, que remontó una renta de 13 puntos a falta de 8 minutos. No hubo solución ante Lebron, que lideró a su equipo con 37 puntos, 12 asistencias, 7 rebotes, 2 robos y 2 tapones. El triunfo catapulta, además, a los Heat como la segunda mejor racha de la historia de la NBA: 23 victorias consecutivas, un hito que no pudo aspirar en su día Michael Jordan.

Se trata de otra muesca para su excelsa temporada regular y que pone de manifiesto la constatación real de la supremacía absoluta de Lebron James, profetizada y anhelada durante muchos años. Desde que el mundo le contempló en su segundo año en el high school, Lebron James ha estado predestinado a ser el rey de la NBA. Una presión brutal con la que ha convivido toda su carrera, insoportable para el resto de los mortales. Nunca se achantó. Asumió su destino y él mismo se proclamó como the choosen one (el elegido). A los 17 años firmó un contrato publicitario multimillonario con Nike (90 millones de dólares) y saltó directamente desde el instituto a la gran liga. Muy pronto demostró su valía, se ganó el hueco entre los mejores y batió todos los récords de precocidad existentes. Consiguió el MVP a los 24 años, el galardón individual más importante. Se obstinó en conseguir la grandeza para Cleveland, la ciudad maldita del deporte de Estados Unidos (el último título profesional se logró en 1964), y se plantó en las finales de 2007 con uno de los peores conjuntos finalistas que se recuerdan. 


Pero la brillante hoja de ruta hacia la gloria se trastabilló. El camino hacia el anillo resultó ser más duro de lo que él pudo prever. Peleó contra todos y contra todo, especialmente ante él, su peor juez. Perdió las finales y aguantó reproches despiadados, algunos humillantes. Optó por concluir el capítulo con los Cavs, que se replantearán eternamente su ineptitud para dotar a Lebron un equipo de garantías, y se lanzó al proyecto de su vida. Su decisión acarreó críticas feroces que le auguraron el desprestigio de su historial y la infravaloración de sus futuras hazañas. "Yo no llamé a Larry ni a Magic para jugar con ellos; trataba de ganarles en la cancha", sentenció Jordan. Sin embargo, James se había ganado el derecho a decidir y obró bien. Los Heat le ofrecieron un equipo confeccionado para el éxito. Y la franquicia voló durante su primer año pero el sueño se truncó en las Finales. Lebron volvía a perder.

Levantarse no era una novedad para Lebron James. La heroica capacidad de superación, tan apreciada en Estados Unidos, es otra de sus señas de identidad. Hijo de una joven madre soltera, forjó su carácter en los barrios marginales de Acron (Ohio) e hizo de la lucha una constante en su vida. Un hombre hecho a sí mismo que no cesaría jamás su empeño en alcanzar el anillo. La derrota ante los Mavs supuso un punto de inflexión en su vida. Encabritado como Jordan en el 96, Lebron realizó en 2012 el mejor baloncesto de su carrera. La estrotésferica exhibición en el sexto partido de las Finales de Conferencia (45-15-5) mostró al mundo su terrible hambre de gloria. Y los Thunder palidecieron en la gran final ante el vendaval imparable. La NBA coronaba, al fin, a su rey.

Aún hay quien le discute. Desconfíe: quien asegure tal aseveración lleva años sin ver un partido de NBA. Lebron James reina con mano de hierro. Durant le reta, pero de momento es sólo un digno rival. Igual que Kobe, ilustres adversarios que engrandecen pero no discuten la supremacía de Lebron. Sin duda, el anillo le ha liberado. Sólo hay que observar su mirada, que sigue arrogante y decidida, muy jordanesca, muy americana, pero que ha encontrado la paz. Ha domado el juego, ha mejorado sus porcentajes; toma mejores decisiones, domina los partidos. Es mejor jugador de lo que ya lo era. No hay quien le pare. Y tiene 28 años. A esa edad, Jordan ganaba su primer campeonato. Ahora es el tiempo de King James.