lunes, 30 de mayo de 2016

Y nada más

Sergio Ramos alza la Undécima Copa de Europa. Foto de Mundo Deportivo.

Lo sabemos: ni salud ni dinero, ni esconde los problemas cotidianos ni nunca los solucionará, pero el alegrón que provoca el fútbol es inmenso. Único e incomparable. La vida también es esto. Milán albergó un duelo de la Copa de Europa agónico y cardíaco para sus hinchas y que reparó un final despiadado para todos: madridistas expiados de la angustia, atléticos sumidos en la tristeza y antimadridistas abocados a la frustración –sí, los «cholistas por un día» y los «cholo pienso en ti»–. El fútbol también produce amargura; cómo si no, cuando la gloria se escapa por dos minutos en Lisboa y ahora se esfuma en un marrado penalti. Pero la epopeya que ha rubricado Simeone en un lustro es demasiado elocuente como para no creer que surgirá una nueva oportunidad. Siempre hay una revancha en el fútbol: el mismo equipo vapuleado en el clásico del Bernabéu, ridiculizado en la Copa y que destituyó a su técnico es quien ahora saborea la Undécima. El Real no entiende de proyectos ni sabe vivir sin sobresaltos, pero, mientras nos desquicia, sigue ensanchando su histórica leyenda.

*Artículo de opinión publicado en el diario La Opinión de Murcia.