El Real Madrid de baloncesto se vuelve a proclamar campeón de un título, la Supercopa de España, y el madridismo, que saborea con deleite esta bella época de esplendor, se resiste a no olvidar. A pesar de los éxitos, el hincha merengue recuerda que no siempre fue así. La memoria tiene presente que durante muchos años sufrió y padeció con la sección de baloncesto, más incluso que con el fútbol. Desde que el Real Madrid de Pablo Laso se instaló en la excelencia competitiva, que le ha llevado a disputar prácticamente todas las finales (25 de 34 posibles), con triunfo en la mayoría de ellas (18 campeonatos), el madridismo disfruta con el regusto de haber dejado atrás la pesadilla que tanto tiempo duró.
Hoy llueven los elogios al equipo blanco, el lasismo es una referencia y la trayectoria del club es extraordinaria. El Barcelona, anclado a la sombra de su eterno rival durante más de un lustro, descarga este verano un sobresfuerzo económico para poder desbancar al equipo que rige con puño de hierro el baloncesto español. Pero no hace mucho ambos clubes afrontaban realidades diferentes: el Barça reinaba mientras el Madrid naufragaba, con equipos impotentes que acumularon decepciones y fracasos estrepitosos. Aquella época decadente perduró casi dos décadas y sumió en una depresión al madridismo, acostumbrado históricamente a pugnar por la victoria.
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Alberto Herreros lanza el triple ganador de la final de la ACB 04/05. Foto de Real Madrid.com. |
Cómo no olvidar que Alberto Herreros, antimadridista confeso en los noventa y última gran estrella del baloncesto nacional hasta la irrupción de los ‘Júniors de Oro’, abandonó en 1996 Estudiantes por el Real Madrid para ganar títulos y acabó su carrera en 2005 con solamente una Recopa europea y dos Ligas en su poder. Y habría ganado menos de no ser por su triple milagroso ante el TAU Vitoria. Un anotador excelso condenado a la mediocridad, sumando fiascos año tras año y que se retiró "cansado de perder finales", como él mismo reconocía.
Cómo no olvidar jamás que el Real Madrid no participó en ninguna Final Four de la Euroliga en la primera década del milenio. Pasaban los años y el Real Madrid, rey de reyes en Europa, se ausentaba de la gran cita del baloncesto continental. Surgieron generaciones de madridistas que nunca habían visto a su equipo en una final de la máxima competición europea. Un servidor, que se enamoró del baloncesto a mediados del 2000, tuvo que esperar hasta el año 2011 para contemplar por primera vez al Real Madrid en una Final Four.
Cómo no olvidar tampoco que el Real Madrid finalizó una temporada en… ¡la décima posición! El equipo merengue se quedó por primera vez fuera del play off de la ACB en el curso 02/03, firmando un ridículo espantoso mientras el fastuoso Barça de Bodiroga se coronaba en la Euroliga. Aquel plantel, a los mandos de Javier Imbroda, que había cambiado la Selección española por el Raimundo Saporta, reunía viejas guardias nacionales, como los hermanos Angulo (el tirador Alberto y el defensivo Lucio), el veterano Alfonso Reyes y el propio Herreros, además de exjugadores del Barça como Alain Digbeu y Derrick Alston. No formaban un mal roster, a priori. Pero el año resultó horrible. Eliminado en primera ronda de la Copa del Rey y en la primera fase de la Euroliga, aquel conjunto protagonizó la peor temporada de la historia del Real Madrid.
Cómo no olvidar de ninguna manera que en la temporada 03-04 el Real Madrid dejó escapar un título menor, pero un título al fin y al cabo, al perder la final de la Copa ULEB contra el discreto pero digno Hapoel Jerusalén. El argentino Julio Lamas era el entrenador y la plantilla, aunque pobre en calidad, tenía como mejores jugadores al fiable base estadounidense Elmer Bennett y al prometedor Kaspars Kambala, un pivot letón de fantásticos movimientos pero más recordado por su patada voladora en un derbi. El Madrid tropezaba otra vez en cuartos de la Copa del Rey y en Liga era eliminado en cuartos por Estudiantes, que vivía su última etapa dorada. El club merengue, por el contrario, sumaba su cuarta temporada en blanco.
Cómo no olvidar nunca las heridas de los clásicos, aquella sensación de inferioridad en cada enfrentamiento ante el Barça. Los azulgranas doblegaban al Madrid con frecuencia, sometiéndole en ocasiones a resultados dolorosos, con Navarro como líder, auténtica bestia negra de los blancos. El escolta llegó a anotar 33 puntos a los merengues. Nunca desaprovechó una oportunidad para hacer sangre en los clásicos.
Y cómo no olvidar las reiteradas amenazas del cierre de la sección, que han sobrevolado tradicionalmente el club. A finales de los noventa, las penurias deportivas mermaron las arcas, un agravio que se añadía a la penosa gestión económica de los directivos. En la etapa de Florentino, son numerosas las ocasiones en las que el presidente avisaba de que “la sección de baloncesto no es rentable, genera más pérdidas que ingresos”. Todavía hoy lo sigue diciendo en público.
La triste decadencia
Ahora parece increíble, pero durante muchos años el Real Madrid era un club mediocre en el baloncesto. Desde 1996 hasta 2011 apenas cosechó cinco trofeos. El periplo oscuro comenzó tras la etapa de Sabonis y duró hasta la irrupción de Pablo Laso. En total, son 15 temporadas en las que el conjunto blanco ganó tres Ligas (99/00, 04/05 y 06/07), una Recopa de Europa (96/97) y una Copa ULEB (06/07). Nada más. Además, el Real Madrid perdió dos finales ACB (96/97 y 00/01), cayó en cinco finales de la Copa del Rey (00/01, 04/05, 06/07, 09/10 y 10/11) y fue derrotado en una final de la Copa ULEB (03/04). Y, para más inri, el Real Madrid, que siempre ha sido el más laureado de la Copa de Europa, acumuló 15 años sin pisar la Final Four.
El Real Madrid no sólo cedió en la batalla que libra desde los ochenta con el Barcelona por la hegemonía del baloncesto nacional, sino que además claudicó ante la segunda línea de la ACB: Baskonia, Málaga y Valencia. Incluso flaqueó contra su vecino, el Estudiantes, superior a los blancos durante varias temporadas. El ocaso también sucedió en Europa. El viejo dominador del continente desapareció de la élite, contemplando cómo los históricos CSKA y Maccabi Tel Aviv aumentaban su palmarés (ambos poseen 8 y 6 Euroligas, respectivamente) y cómo los griegos Panathinaikos y Olympiacos (con 6 y 3 entorchados, respectivamente) se abrían paso en la cima europea.
No todo fueron penurias: el club logró victorias importantes, que invitaban a soñar con el optimismo. Pero resultaron efímeras alegrías en una travesía por el desierto. Obradovic dirigía, Arlaukas mandaba en la pintura y Bodiroga y Herreros lideraban el perímetro en los primeros años sin Sabonis, pero sucumbieron ante el Barça de Aíto y Dueñas. Después, Scariolo condujo un buen equipo, con Raúl López, Djordevic y Tabak, pero perdedor ante el ciclón de Pau Gasol en 2001 y el vendaval que fue aquel Barça de Navarro, Bodiroga y Fucka, que consiguió su primera y ansiada Euroliga en 2003, amén del triplete.
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Louis Bullock, en la temporada 06/07. Foto de Europa Press. |
Y hubo especialmente tres periodos esperanzadores para el madridismo: tres proyectos ilusionantes que obtuvieron el éxito pero se apagaron antes de tiempo, anulados por la falta de continuidad. Es el periodo de Maljković y los fichajes de Louis Bullock y Felipe Reyes, que elevaron el nivel del equipo hasta el punto de disputar finales (2005) tras cinco años ausente; duró dos años, en el segundo curso el proyecto se vino abajo. Es también la etapa de Joan Plaza, que cosechó un doblete (Liga y Copa ULEB; y además se plantó en la final de la Copa del Rey, perdida ante los azulgranas), pero que se desvaneció un año después, pese a terminar primero en la clasificación, derrotado en primera ronda ante el octavo clasificado, Unicaja –sorpresón-. Otro proyecto dilapidado.
Y finalmente la era de Messina, un técnico que aterrizó con el aval de su palmarés y que hizo acopio de un buen puñado de jóvenes perlas (Llull, Tomic y Sergio Rodríguez) y de veteranos de la Liga (Garbajosa y Prigioni). Pero no pudo hacer frente a otro brillante Barça, que alzó su segunda Euroliga con Navarro –nuevamente-, Pete Mickeal y Ricky Rubio. Aun así, el entrenador italiano volvió a situar al equipo en las finales de la Copa, saldadas con dos derrotas y, aunque ya fuera del club tras dimitir meses antes, su sucesor, Molin, rompió el maleficio en 2011 al entrar en la Final Four, un hecho insólito desde 1996.
El fin de la era ominosa
Los designios del Real Madrid cambiaron con Pablo Laso. La andadura del vitoriano empezó con un derroche de aire fresco en el juego, veloz y anotador, que le colocó en la pista de baile de los grandes, tuteando al Barcelona. Al fin ganó la Copa del Rey (11/12), tras 19 años de sequía, pero perdió en la pelea por el título de Liga. Al año siguiente las tornas se volvieron: el Madrid cedió en Copa, pero capturó la Liga (12/13); siempre con el Barça de rival. El equipo blanco alcanzó un nivel ofensivo exuberante, nunca visto en el Madrid durante todo el siglo XXI.
El lasismo, cuya trayectoria se encuentra en vías de canonización, conjugó al inicio victorias de relumbrón, pero también derrotas muy sonadas (las dos finales perdidas en la Euroliga, en la temporada 12/13 y en la 13/14). Sin embargo, la mecha estaba prendida. El Madrid se encaminaba hacia la reconquista de la gloria perdida. La temporada 14/15 fue la obra maestra de Laso: pleno de títulos, con un imponente repóquer en un mismo curso (Supercopa española, Copa del Rey, Euroliga, Liga nacional e Intercontinental). Alberto Herreros, la leyenda del Madrid de entreguerras, se redimía en los despachos. El Real Madrid había conseguido la ansiada continuidad, clave para erigirse en lo que es hoy: un tótem hegemónico.