Cuando Jordan ganó en 1993 las finales a los Suns de Barkley creó que ya le no quedaba nada que hacer en el baloncesto. Había ganado su tercer anillo consecutivo y era el mejor jugador del mundo. Los míticos equipos de los ochenta claudicaron ante los Bulls y tampoco perdonó a los nuevos ricos de los incipientes noventa. Los había derrotados a todos; lo había ganado todo. Jordan estaba hastiado y desmotivado. La controvertida muerte de su padre fue un pretexto para anunciar su -primera- retirada. Lo necesitaba. El mejor jugador del mundo escribía el epílogo a una brillante carrera de nueve temporadas en la NBA. Se retiró del baloncesto, desconectó y decidió embarcarse en un proyecto diferente. Sin embargo, aquel breve periplo por el béisbol le hizo comprender que su misión estaba inacabada. Todavía le faltaba por cumplir su último designio entre los mortales: debía sellar su legado en la historia. Así que regresó dos años después con el colmillo entre los dientes, se echó a su espalda una de las mejores escuadras de la historia y jugó el mejor baloncesto de su vida. Obtuvo tres anillos más, su segundo three peat y su nombre quedó inmortalizado para siempre como el mejor jugador de todos los tiempos.
Lebron sonríe ante el inicio de la temporada 2013/2014. Hace dos años que se liberó de los tormentos con el triunfo de su primer anillo. La victoria ante los Thunder de su rival Durant marcó un punto de inflexión para Lebron. Zanjó años de frustraciones, un trauma propagado con finales perdidas (2007 y 2011), las feroces críticas de la opinión pública y el estigma de perdedor. Aquella losa ha desaparecido y Lebron disfruta con su mejor juego. La pasada temporada arrasó con los Heat y se alzó con su cuarto MVP con unos números abrumadores: 26.8 - 8 - 7.3 y en las que destaca un increíble 56% en tiros de campo. San Antonio plantó una admirable batalla en las finales, que llegaron al séptimo partido; sin embargo, James, más seguro en sí mismo que nunca, impuso su autoridad en el decisivo encuentro: 37 puntos y 12 rebotes para vencer a los Spurs. Fue su segundo anillo y el mundo comprendió que es estúpido discutir que Lebron James es el mejor.
James tiene muy claro cuál su es meta: "Quiero ser el mejor baloncestista de todos los tiempos. Así de simple", asevera rotundo. Y sabe cómo lograrlo. Su principal argumento es su innata facilidad para dominar todas las estadísticas, una cualidad comparable históricamente a Oscar Robertson. Su influencia en el juego repercute en el premio individual más importante: solamente Kareem Adbul Jabbar (6), Bill Russel (5) y Michael Jordan (5) han logrado más MVP que él. Posiblemente los supere. Pero el mayor e irrefutable dictamen lo marcará su palmarés colectivo. La colección de títulos es la mejor tesis para mostrar su supremacía. Y en esta temporada se le presenta una oportunidad única: Miami Heat puede ser el cuarto equipo en conseguir tres títulos de forma consecutiva. Hasta la fecha, sólo Celtics (1959-66: el único que pasó la barrera de los tres hasta llegar a ochos entorchados seguidos, un hito insólito), Lakers (por partida doble: 1952-54 cuando la franquicia estaba en Minneápolis y 2000-02 con O'neal y Bryant al frente) y Bulls (también en dos ocasiones: 1991-93 y 1996-98). Es el three peat, el mayúsculo reto de Lebron James.