La reciente muerte de un árbitro holandés a manos de tres jóvenes de 15 años pone de manifiesto un problema que afecta también al fútbol base español. Los árbitros y los entrenadores de la Región de Murcia acusan a los padres de los futbolistas de alimentar los insultos y vejaciones en las categorías inferiores
Marcos Mateo García
Francisco Valero Pertegal
SANTOMERA - MURCIA
El cronómetro del campo de fútbol de
césped artificial de El Siscar marca el minuto 5 del partido. Manuel Lobo,
delantero del Santomera Infantil, se interna en el área rival con la estrecha
vigilancia de su adversario, Javi Huertas, capitán del Huracán Siscar. Lobo
pisa la pelota, lanza el amago y Huertas cae en el engaño. El defensa del
Huracán mide mal su entrada y derriba al delantero. Un silbido aterroriza a
todo el estadio. El árbitro pita penalti. La grada se alza y clama con dureza:
“¡Árbitro, cabrón! Desgraciado, hijo de (...)”. Apenas hay 100 espectadores,
pero el árbitro recibe una lluvia de insultos.
Los futbolistas solo tienen 12 y 13 años, pero son conscientes de la
trascendencia del partido. Los equipos Huracán Siscar y Santomera disputan el
primer puesto de la categoría Segunda Infantil de la Región de Murcia. Ambas
entidades mantienen además una fuerte rivalidad debido a la cercanía de sus
territorios (El Siscar es una pedanía de Santomera). Los aficionados agolpan la
pequeña grada de El Limonar, la cancha del equipo local. Son familiares y
amigos de los futbolistas, que acompañan en todos los partidos a sus chicos.
Para la hinchada el evento es más que un juego: el penalti les perjudica y
cargan contra el árbitro sin contemplaciones.
Un estudio muestra que en un 80% de los casos el principal culpable del ambiente de crispación son los padres
"Si mi madre me acompañara a los partidos, me obligaría a abandonar el arbitraje"
"Los padres nos pensamos que tenemos un Messi"
"Lo ideal sería que los padres no acudieran a los partidos, pero sin ellos el fútbol sería inviable"
Es una escena que se repite todos los fines de semana en muchos campos españoles. La violencia verbal en el fútbol traspasa el ámbito profesional y se está instalando en las categorías inferiores. Los futbolistas son niños que tienen entre 6 y 16 años y que juegan al fútbol en escenarios cargados de quejas desabridas e insultos despiadados. La Federación de Fútbol de la Región de Murcia emprendió en 2009 una investigación para medir la violencia verbal en el fútbol base. Durante toda una temporada diez informadores acudían a todos los campos de fútbol. El estudio mostró que en un 80% de los casos el principal culpable del ambiente de crispación en el fútbol son los padres de los deportistas.
El psicólogo deportivo Luis Muiño considera que “la competitividad en el
fútbol base es tremenda”. Muiño -en declaraciones del pasado sábado en la
cadena COPE- cree que “muchos padres transmiten en los campos deportivos sus
frustraciones vitales y la pagan con los árbitros”. No obstante, rara vez los
partidos concluyen en sucesos trágicos. Los aficionados descargan sus iras en
los árbitros, pero los casos de
violencia son aislados.
La reciente muerte de un árbitro holandés a manos de tres jóvenes
futbolistas de 15 años pone de manifiesto una peligrosa realidad. Richard
Nieuwenhuizen era un juez de línea que colaboraba cada fin de semana en el
campo de fútbol de Almere ejerciendo su principal pasión: el arbitraje. En
Holanda los árbitros asistentes no son federados ni tienen sueldo.
Nieuwenhuizen era una persona comprometida con la promoción de la cantera. El
pasado domingo pitaba el partido entre el Amsterdam Nieuw Sloten y el
Buitenboys, club donde jugaba su hijo. Durante el transcurso del encuentro,
señaló un fuera de juego que provocó las protestas de los futbolistas del Nieuw
Sloten. Tres jugadores se enzarzaron con él. Le apalearon y le golpearon en la
cabeza hasta que perdió el conocimiento. Richard Nieuwenhuizen falleció una
hora después en el hospital.
Los árbitros, indignados
Daniel Martínez Ruiz (Santomera, 1993) es árbitro federado y pita desde
hace 4 años en la categoría de Juveniles. Considera que la situación es muy
preocupante. “La muerte del asistente holandés no ha hecho más que constatar un
mal endémico”. Este joven árbitro señala que la grada está más pendiente del
árbitro que de los futbolistas. “Lo triste es que los padres, que son los ven
este tipo de partidos, emplean sus fuerzas en gritar al árbitro y no en apoyar
a sus hijos”.
Daniel relata que los aficionados del fútbol base se dedican a abuchear
al árbitro en vez de animar a los niños. Los insultos son constantes en cada
partido. “Da igual que el árbitro acierte en sus decisiones. El aficionado
siempre percibe que el árbitro perjudica a su equipo”. Se trata de un agravio
que influye en la labor del colegiado: “Las circunstancias externas impiden
concentrarte plenamente en el partido”.
“Nos resignamos a aceptar esta injusta realidad. Vamos a los partidos
pensando en cosas ajenas a nuestro trabajo. Eso es impensable en cualquier otro
empleo. Es como si a un taxista que pretende llevar a un cliente a su destino,
sin motivo alguno, se le cruzan en el trayecto otros coches para impedir que
haga su trabajo”, manifiesta afligido.
Sin embargo, lo que más lamenta Daniel es que su amor por el arbitraje
se traduce en sufrimiento en su familia. Cuenta que su madre nunca acude a los
partidos: “Si lo hiciera, me obligaría a abandonar el arbitraje”. Su padre, que
es un apasionado del deporte, sí le acompaña a los estadios de fútbol: “Nunca
hablamos de temas futbolísticos, sino de que el entrenador se ha excedido con
los insultos o que tenía que haber expulsado a tal jugador por protestar”.
El fútbol ha olvidado los valores, concluye Daniel. “Prima la
competitividad y el ganar por encima de todo. Incluso en los jóvenes el fin
justifica los medios. Apenas quedan valores de respeto, tolerancia,
deportividad y juego limpio”. Le preguntamos por un posible remedio: “La
solución la tenemos única y exclusivamente los árbitros. Debemos hacer una
huelga indefinida. No podemos seguir consintiendo vejaciones jornada tras
jornada. No debe ir implícito en nuestra profesión”.
Los entrenadores creen que es un problema de todos
José María Mayor acude todas las tardes al campo municipal de Santomera.
Es el entrenador del equipo de fútbol 8 Primera Alevín de Santomera. Forma a
niños de 10 y 11 años que todos los fines de semana se enfrentan a los equipos
más potentes de la Región de Murcia. José María no cree que existan insultos en
el fútbol base: “Los chicos a estas edades solo piensan en jugar, pero cuando
crecen y avanzan empiezan los insultos hacia los árbitros”.
“Como monitor de futbolistas, intento inculcar a mis chicos fair play
(juego limpio) y respeto para los rivales y para el árbitro”, asegura José
María. “Los familiares y los entrenadores somos los primeros que tenemos que
dar ejemplo porque los niños son esponjas. Es una tarea complicada ya que todos
no se vuelcan con el deporte”. El preparador reconoce que son los padres de los
jugadores quienes cargan contra los árbitros: “La grada es la causante de todos
los problemas en un partido de fútbol base, y a menos edad más responsabilidad
-subraya-, ya que los padres inician los insultos y reproches de las acciones
del juego”.
Pero José María no cree que la culpa recaiga exclusivamente sobre los
aficionados. Señala que muchos árbitros no ayudan a rebajar la crispación
suscitada en un terreno de juego. “Si bien no comparto que se trate mal a un
árbitro -matiza-, tampoco estoy de acuerdo en que no asuman errores ni escuchen
las versiones de los perjudicados en las acciones polémicas”.
Los padres se avergüenzan de los energúmenos
Preguntamos a una persona que dedica el fin de semana a asistir a
partidos de fútbol base. Joaquín Legaz es padre de tres hijos, todos
futbolistas. La experiencia en este tipo de partidos le ha hecho conocer la
principal finalidad de este deporte en categorías inferiores. “El fútbol base
debe servir para formar a los niños como buenas personas. Además, es su primer
contacto presencial con el fútbol”.
Joaquín cree que los padres critican al árbitro sin atender a ningún
motivo lógico. “Los padres suelen animar a sus hijos, pero si ven que algo les
perjudica critican al árbitro sin fijarse si el árbitro ha acertado o no”.
Además, añade: “Los padres solo saben de fútbol, no de arbitraje. Protestan por
protestar, sin saber las reglas del juego. Toda persona normal se avergüenza
del comportamiento de los aficionados energúmenos”, asevera con rotundidad.
Legaz considera que los aficionados acuden a estos partidos para
descargar las tensiones acumuladas. “Los padres insultan todo lo que no han
insultado a lo largo de la semana; lo que no se atreven a decir en su casa o en
su trabajo”. Pero le preocupa más la educación de los niños: “Los críos
aprenden rápidamente lo que hacen sus padres. Si lo primero que hacen es
insultar, el niño insultará. Y no solo en el fútbol... Vivir estas situaciones
no es lo más adecuado para un niño”.
Joaquín entiende al aficionado que critica al árbitro, pero “hay un
límite que no se puede sobrepasar por el bien del niño”. Asegura que “cada uno
debe ser consciente de lo que hace, pero los insultos sobran”. Además, afirma
que los padres tienden a comparar a sus hijos con futbolistas de primer nivel
mundial. “Los padres nos pensamos que tenemos un Messi o un Crisitano Ronaldo.
Esto les impide a los niños disfrutar y les genera mucha presión”.
El entrevistado indica el comportamiento ejemplar de los padres en la
formación de los niños. “Los padres debemos aconsejar a nuestros hijos al final
del partido, no durante. Para eso está el entrenador. No solucionamos nada
dándole instrucciones todo el rato, ya que ponemos nervioso y descentramos al niño”. Además, reflexiona
sobre las posibilidades que ofrece acudir a los campos municipales. “El fútbol
base nos da la oportunidad de disfrutar de nuestros hijos; de ver cómo se
desenvuelven en ámbitos menos cotidianos. Los niños no buscan ganar, sino pasárselo
bien con sus amigos”.
Un entrenador modélico
Pedro Jesús Asensio vive en Santomera y entrena al Alevín ‘A’ del Real
Murcia. Esta es su décima temporada a los mandos de un equipo. En su recorrido
en el mundo del fútbol reconoce que la situación del árbitro ha mejorado
gracias a las medidas que toman las distintas federaciones. “Cada día, las
sanciones a los oficiales -entrenadores, delegados y auxiliares- son mayores
tanto económica como deportivamente”, lo que les hace respetar tanto al árbitro
como a los adversarios.
Aun así, reconoce que los árbitros son “los peor parados”. El
santomerano recuerda que desde su infancia siempre ha sido así. “Llevo casi 30 años
viendo fútbol y siempre recuerdo la cultura de echar la culpa al árbitro, de
amenazarlo e insultarlo”. Al estar tan arraigada esta actitud, se resigna a que
vaya a cambiar. “Va a ser casi imposible erradicarla”.
El preparador murcianista expone el hándicap básico del fútbol. “Los
padres son el principal problema en el tema del arbitraje. Si ellos no
estuvieran, no se generaría ningún problema más”. Aunque razona: “Sin los padres,
el fútbol no sería viable, ya que son los que llevan a los niños, los que pagan
las cuotas...”. Aun así, el entrenador sueña con ver a sus niños disfrutar del
fútbol. “Lo idóneo sería que en los partidos no hubiera público para que los
niños estuvieran completamente relajados”.
Pedro Jesús tiene claro lo que es primordial en niños de 11 y 12 años.
“Como educador de chavales, intento que jamás le recriminen nada al árbitro ni
que se metan con el rival”. El Real Murcia establece unas nociones básicas de
respeto al colegiado. “El árbitro hace su labor, que ya de por sí es
complicada, y tenemos que olvidarnos de él. Es un compañero más”. Además,
asegura que una falta de respeto conlleva un castigo al jugador. “Cualquier
niño que le insinúe a un árbitro le cambiamos durante el partido para hablar
con él”. Incluso si el niño reincide en su comportamiento se plantean sanciones
mayores. “Si es reiterativo, posiblemente, se llegue a la solución de darle la
baja del Club”.
La posibilidad de haber arbitrado varios partidos amistosos le hace a
Asensio empatizar con el colegiado. “Es más fácil echar la culpa a otro que a
uno mismo. Disculpamos nuestros errores culpando al árbitro. Es más la
impotencia de no haber podido ganar que la influencia real del colegiado en el
resultado”. Para finalizar su exposición, y para que todo el mundo perciba la
difícil realidad del árbitro, insta al aficionado exaltado a pitar un partido,
consiguiendo que “esa persona, automáticamente, nunca más increpe al árbitro”.
Manuel Lobo tira el penalti y marca. El Santomera Infantil se adelanta
en el marcador. La grada sigue increpando al árbitro. “Siempre igual: todos los
partidos el árbitro nos jode la mañana”. El Santomera consigue la victoria y se
coloca líder de la Segunda Infantil. Al término del partido nos acercamos a
Javi Huertas, capitán del Huracán: “El penalti era claro. Hemos perdido porque
ellos han sido mejores”.
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