martes, 19 de octubre de 2010

Añorando


Lo recuerdo como si hubiese ocurrido ayer mismo. Expiraba agosto de 2005 y el Real Madrid disputaba su primer partido de Liga en Cádiz, a domicilio. A los veinte minutos de la segunda parte y con el resultado en contra (1-0), el flamante fichaje del Real de aquel verano salió en sustitución de Gravessen. Y de ahí a la grata sorpresa, el delirio y la admiración. Sensaciones que todavía hoy mantengo. Remontó el Madrid y Robinho asombró al madridismo y al mundo entero. Francamente, confieso que nunca había visto un debut de un futbolista madridista tan ilusionante. Nadie en tan poco tiempo, en el día de su estreno, me había provocado tanta fascinación. Porque, sin duda, aquel liviano futbolista procedente de Brasil poseía un talento excepcional, brutal. Desprendía calidad a raudales, mostraba un insultante repertorio de cualidades ofensivas y se amparaba además en un carácter atrevido y osado con el balón, bicicletas y gambetas, que le hacía distinto y genuino a los de su quinta. La expectación que provocó aquel día destrozó todo pronóstico optimista: Robinho estaba destinado a marcar una época en el Real Madrid, para goce y disfrute madridista.

Sin embargo, a pesar de su brillante carta de presentación, no dejaba de tener veintiún años y nula experiencia en el fútbol de alta competición. La futura estrella necesitaba crecer, formarse como futbolista. Y todo ello dependía en gran medida del club que le fichó. Lamentablemente, el Real Madrid por entonces no era el club idóneo para su instrucción en Europa. El club navegaba a la deriva en la parcela deportiva, castigado por erráticas decisiones de un modelo caduco: Robinho surgió en un equipo enfermo de muerte. Llegó al peor entorno posible para sus condiciones, todavía inmaduro. Robinho quedó desamparado, obligado a la supervivencia por su cuenta ajena, a progresar y a aprender solo. Tampoco atenuó la exigencia brutal del Madrid, que no entiende de tiempos ni de proyectos, propia de los viejos dogmas madridistas, tan inquebrantables siempre, eso del ganar siempre y como sea, la exigencia máxima por encima de todo: una presión desmedida para él.

La temporada 2005/2006 sirvió para mostrar sus brillantes credenciales. Fue una campaña intermitente e irregular, sin constancia; con fugaces destellos brillantes pero con poca firmeza. Pero en la siguiente campaña apareció Capello, su primer y verdadero instructor. El técnico italiano le colocó en la senda correcta. Sufrió mucho Robinho durante aquel año; soportó reproches internos y tuvo merecidas suplencias pero que le ayudaron a medio-largo plazo No hay nada mejor que hacer la mili futbolística a las órdenes de Fabio Capello. La formación de Robinho, que empezó con un año de retraso, dio sus esperados frutos en la campaña siguiente, con Schúster en el banquillo. Robinho completó el mejor año en el Real, y probablemente el mejor de su carrera. Fue titular indiscutible y un activo principal del juego de su equipo y en la consecución de la Liga que ganó el Madrid. Superados los obstáculos de los inicios, consolidado en la élite, el brasileño despegaba todo su talento. Todo indicaba que Robinho realizaría una brillante carrera en el Real Madrid. Estaba destinado a ello.

Y llegó el verano de 2008. Ahí acabó todo: se truncó el sueño del futbolista y del madridismo. Por entonces, las trapicherías de Ramón Calderón y sus colegas eran desconocidas a ojos de la luz pública, aunque el comportamiento de la entonces directiva blanca -o cuadrilla de patosos mafiosos sería más preciso- ya entreveía mezquinas y deleznables intenciones. El caso Robinho se convirtió en una prueba fehaciente de ello. El inexorable deseo de Ramón Calderón por contratar a Cristiano Ronaldo le trajo alarmantes quebraderos de cabeza. Las negociaciones nunca resultaron óptimas. A la desesperada, tras el enésimo intento acabado en fiasco, Calderón propuso meter en la negociación a Robinho. Dinero y el madridista por Cristiano. No se trata de una invención mía, pues todos los medios publicaron la noticia filtrada del Real -cuando todos publican lo mismo... agua lleva el río-. Apuntaron con bala mortal y por medios de otros -prensa- a un jugador fundamental del equipo. Traidores en contenido y formas, pues tampoco hubo decencia para desmentir las informaciones públicamente. El Madrid actúo y calló como una puta traicionera.

A todo ello, no ayudó en modo alguno la relación particular de Robinho con la directiva: había solicitado una renovación de contrato. El Real se aprovechó, ruin y mezquino, como el peor de los egoístas: no dudó en señalar a Robinho como el malo de la película, le colocó el estereotipo de pesetero y le puso a los aficionados en contra. Una decisión vil y despreciable de Ramón Calderón, pero eficaz para sus intereses. Voto a dios que no comparto las peripecias del mercado económico del fútbol, tan dispares a los de cualquier ámbito, mas no por ello no dejo de comprender su mecanismo: Robinho se encaminaba hacia su cuarto año en el club, cobraba una cifra baja y ridícula en comparación con otros integrantes de la plantilla y era un estandarte futbolístico del Real Madrid. Desde ese punto de vista, su petición de renovación era totalmente comprensible. En suma, Calderón y su tropa le hicieron una lamentable jugarreta. Y la prensa, leal a él en aquellos tiempos, hizo el trabajo logístico.

Todos salieron perdiendo de aquel nefasto culebrón. Perdió el propio Robinho, que se fue a un club imberbe y débil como era el City; perdió el Real Madrid que ultrajó su prestigio y perdieron los madridistas, que se privaron de unos de sus mejores futbolistas. Y perdió el fútbol. Robinho vio truncada su expectante progresión, tiró sus siguientes dos años a la basura, desubicado en Inglaterra y reencontrándose en Brasil, una Liga que le quedaba pequeña. Sólamente con la canarinha de Dunga, un conjunto bien organizado, se ha comprobado que aún sigue apto, que su potencial sigue intacto. Brasil le ha supuesto un halo de luz en dos años desperdiciados. Y tras varios flirteos con equipos europeos -temí cuando sonó para Can Barça- regresa a la élite, al AC Milan, con el que se enfrentará hoy al que debió de ser el club de su carrera.

No es menos que le deseo un gran partido, que destaque y deslumbre en el Bernabéu, que rompa a la defensa blanca y hasta quiero que marque; que avergüence a aquellos que osaron mancillar su nombre en su día. Lo deseo de veras. Sin embargo, y amoldándome al rancio topicazo, quiero asimismo que pierda. Que brille él, en efecto; pero que salga su equipo derrotado. Pues, pese que el Madrid ha demostrado a lo largo de su historia que cuando le viene en gana puede ser un perfecto mezquino, una implacable trituradora de futuras promesas y pernicioso para la salud de aquellos futbolistas que no caen en gracia, sigo siendo madridista. Cosas de la vida; qué le voy a hacer.

2 comentarios:

Luisi dijo...

Si te soy sincero yo también temí que llegara al Barça. Afortunadamente fue al Milan. Ahora sólo espero que hagan un proyecto serio que esté a su altura.

La verdad es que el año de Shuster flipé con la conexión Marcelo-Diarrá-Sneijder-Robinho.

Pero Calderón lo estropeó todo...

En fin.

Eso sí, para el siguiente partido Champion en San Siro, no le deso, como tú, que haga un gran partido, deslubre, y hasta marque.

Hala Madrid, hombre!

factoría_senna dijo...

Yo sí se lo voy a desear. Me gustaría que triunfase Robingo.

Mientras su rendimiento no afecte al Real Madrid...

Está más que claro que soy muy subjetivo en este tema.

Sobre la temporada 07/08 tengo buenos recuerdos. Fue un gran año aquél, afeado por la tempranera elimiación europea. Eliminación que si mal no recuerdo fue debida en gran parte a las bajas del Madrid y la inulidad táctica de Schúster.

Aparte de los citados, Pepe, De la Red, Baptista, Ruud Van Nistelrooy, Robben en segundas partes... Aquel equipillo era bastante bueno.

Para la memoria quedarán partidos como los jugados ante el Barça (en la ida y en la vuelta), Villareal, Valencia en su casa...

Una pena que se fuera luego todo al garete.

Saludos, Luisi.