viernes, 27 de mayo de 2011

Era imposible


Cuando Florentino Pérez reapareció en mayo de 2009, arguyó su regreso en la decadencia institucional a la que estaba sujeto el Real Madrid de Calderón, la dejadez y mediocridad del proyecto deportivo, tan alejado de lo que exige su historia y porque, en una frase textual, "había aprendido de sus errores". Aquella sentencia, tan célebre como comentada en el madridismo, se atribuyó al propósito de corregir su errática política deportiva que le llevó al fracaso y posterior dimisión en su primera etapa en el club. Se advertía también que la frase era algo más que un vano intento de subsanar aquello de "Zidanes y Pavones", que supongo que es lo que interpretó en su mayoría la afición; era toda una declaración de intenciones de cambiar la estructura interna del club en su totalidad en vista de no cometer los inequívocos del pasado. Los jugadores, los flamantes fichajes y los acertados desconocidos, eran la forma del proyecto, la cara visible; la refundación íntegra del organigrama del club, su fondo, el contenido.

Así lo creyó un servidor cuando descubrió los cargos atribuidos al segundo hombre de Florentino Pérez: Jorge Valdano. El argentino retornaba al Real Madrid de la mano de Florentino, pero se le designó un cargo aparentemente distinto al que ejercía en su primera etapa: no volvía como director deportivo, sino como director general. Este hecho supuso -o, reitero, así lo creí yo- que el ideario futbolístico de Valdano quedaba en un discreto segundo plano; al argentino se le contrataba por otros motivos. Un director deportivo es el responsable directo del proyecto deportivo, con totales funciones para la parcela deportiva; suya es la responsabilidad de la contratación del técnico y de los jugadores que se fichan así como se traspasan; es quien ejecuta un plan deportivo, un estilo. Para eso se le colocó en verano de 2000, cuyo resultado, desde el prisma del trabajo asignado a Valdano, no fue muy positivo (otra cosa fue la marcha deportiva del equipo, que vivió sus mejores éxitos). Lo cierto es que las ideas futbolísticas de Valdano siempre han sido muy discutibles.

Pero esta vez no. En esta ocasión no se le contrató por su gusto futbolístico, sino como ejecutor de un cargo que solicitaba las mejores virtudes de Valdano: director general del Real Madrid. Su trabajo se resumía en la representación institucional del Madrid; ser la voz del club. El tipo que refleja públicamente las posiciones del club; el tipo que explica y expone qué hace el club y por qué lo hace; el tipo que defiende notoriamente al club de sus detractores; en definitiva, el tipo al que lanzan a la prensa. El quehacer diario de portavoz de una gran entidad pero con un cargo consecuente (¿a quiénes se buscan cuando hay crisis si no a los más altos y gordos ejecutivos?). Todo ello requería de una imagen impecable y una retórica brillante, y Valdano era el mejor, máxime en un ámbito -el fútbol- donde la vulgaridad y la zafiedad reina en abundancia. Y es precisamente por este matiz, el del cambio de funciones, lo que me pareció acertado en su día, pues se le eximía de tomar responsabilidades deportivas en pos de sacar sus mejores cualidades al servicio del Madrid.

Y llegó Mourinho. Incoherentes me parecieron quienes señalaban la incompatibilidad de Mourinho con Valdano, pues sus cometidos trazaban por caminos diferentes. No había razón alguna para el choque entre ellos. La labor de Mourinho es el fútbol y todo cuanto le concierne, el ámbito deportivo; Valdano, apoyar y explicar públicamente la postura institucional del Madrid. Es más: radié de felicidad por la posibilidad de ver conjuntamente en mi equipo a dos genios de la comunicación trabajando codo con codo. A ver qué periodista se iba a atrever. También era un claro indicio de dominar el discurso futbolero, de arrebatárselo al Barça. Casi nada: ganar al Barça en el campo y en la imagen. Sin embargo, un año después de la llegada del técnico portugués y confirmada ya la salida de Valdano, mi gozo queda en un pozo.

Por mal que le pese a la prensa y a mí (aunque por motivos bien diferentes), quien se ha equivocado en este año ha sido Valdano. No encuentro en Mourinho motivo alguno. Me explico: muy ilusos eran quienes creían que Mourinho se iba a limitar a entrenar a su equipo; nada ni nadie iba a cambiar la personalidad del técnico y su manera de concebir el fútbol. El club tenía que tener muy claro a quién se contrataba y eso pasaba por aceptar a Mourinho en su totalidad. No hay medias tintas ni defectos que pulirle. Luego, si no querían el discurso Mourinista, no debían de haberle fichado. En caso contrario, se requiere apoyo incondicional. No hay más. Por otro lado, Valdano erró al creer que podía tener cierta autonomía en el club. Valdano se extralimitó de sus funciones. No estaba para juzgar si Mourinho hacía mal hablando de los árbitros; al contrario, estaba para respaldarle íntegramente. No lo hizo, dudó y por ahí empezaron los problemas. No se descarta tampoco (pero de eso no tengo ninguna certeza) que Valdano se entrometiese en el terreno deportivo: error más gordo aún.

Aunque tarde, Valdano rectificó: dijo que si había que tomar distancia con Mourinho, se tomaba (declaraciones textuales). Pero el daño estaba hecho. Mourinho no le perdonó y en el club se crearon dos frentes que no beneficiaba en modo alguno al Madrid. Sus razones tendrá cuando siempre se negó a dialogar con Valdano, Florentino mediante. Lo cierto es que la realidad manda, y lo que podría haber sido un gran dúo a lomos del Madrid se quedó en nada; la situación era ya irremediable. Florentino, y es el segundo verano que toma decisiones arduas, tuvo que mojarse. Ha hecho bien. Era inútil mantener una relación rota. Y de paso coloca al club estructurado sin fisuras, bajo una misma línea y congruente, en un organigrama de apariencia muy anglosajona. La elección de Jose Ángel Sánchez, hombre fuerte de Florentino y pro-Mourinho, es coherente. Aplaudo, por tanto, la resolución del presidente. Pero me pregunto si era esto lo que pensaba para su Madrid cuando volvió.

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