sábado, 17 de octubre de 2009

¡Todos los jugones sonríen igual!

Profundamente consternado estoy. Una intensa tristeza se ha apoderado de mí cuando he sabido de la fatídica noticia del fallecimiento de Andrés Montes. Ha sido todo un palo; y muy duro por inesperado e imprevisto. Creo que aún no lo he asimilado. No lo es menos. El viernes se fue una parte de mi vida. Un trozo de mí. Cuando descubrí el baloncesto, hará aproximadamente una década, ya estaba Montes, y Daimiel, y no puedo negar que si me enamoré pérfida y locamente de este bendito deporte es gracias en gran medida a aquella manera de ver, sentir y disfrutar el baloncesto que impregnó el genuino Andrés Montes.

Coincidí justo en la era posjordan; el comienzo de la dinastía de la Fiebre amarilla, liderada por el Artículo 34 del Estado de California, Twister O'neal; de los maravillosos Sacramento Kings, el equipo ye-yé, el de la tortilla de patatas, de American Grafiti Stojakovic, de Chocolate blanco Williams primero y Manicura Bibby después, de Magoo Jackson; de los Mavericks de Robin Hood; de los Knicks, su equipo -y en fútbol el Atleti-, de melodía de seducción Strewell, de Allan hilo de seda Houston; de los Spurs de Tim siglo XXI Duncan y de Teléfono Rojo llamando a Moscú Popovich; de los Jazz de la informática a su servicio Stockton y Karl Malone, hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana.

Me enganché de por vida a un deporte que no desprendería la misma sensación ni la misma emoción sin la inigualable y magnífica jerga que le otorgó Montes. Su peculiar estilo, su particular manera de narrar y de comentar el baloncesto, hizo que la NBA tuviese aún un dejo más especial y mágico si cabe. Todo comenzaba con ese Qué tal. Bienvenidos al club, a este curso baloncestístico. Aquí estamos todos, viviendo la magia del Basket. Descubría que los verdaderos cracks que nos levantan del sillón y que dan sentido a la existencia del deporte no son sino jugones. Así como los pinchos de merluza, los triiiiiiiples, los interminables ra-ta-ta-ta-tá, las piedras que no entran, los aterrizajes -mates-. Los motes de los jugadores, ingeniosa y minuciosamente elegidos. Nunca se me olvidará el mote más gracioso y mejor seleccionado nunca, el que cada noche articulaba Montes cuando Dennis Rodman la armaba en una cancha de baloncesto: ¡¡Adivina quién viene esta noche, Daimiel!! Con sus innumerables clubes: el club de los Amarrategui Blues, los Estopa Mix o Cicuta Mix, los forajidos de leyenda, el sector pijo de la Liga, el Consejo de Administración de Geppeto Brother y, sobre todo, el Calabazas's clubs.

Porque aquello no era sólo baloncesto, conversaciones triviales sobre el deporte; sino mucho más: todo un canto a la vida. Música, cine, gastronomía, mujeres. Un tiempo muerto con Montes y Daimiel podía ser lo más interesante de un partido; hacía, sin duda, que mereciese la pena trasnochar. Son tantos los recuerdos acumulados y amontonados en la cabeza que fácilmente podría escribir un libro entero. Y son tantos los sentimientos experimentados y aflorados y que me reconcomen, que difícilmente puedo expresarme con claridad y entereza. De ahí este intento de homenaje personal. Ayer se fue el jugón más grande de todos. Descanse en paz.

4 comentarios:

tunde dijo...

Precioso post. Yo tampoco acabo de asimilarlo.

A decir verdad no he visto demasiados partidos de la NBA en mi vida, pero sí hubo una época en la que muchos findes acabábamos viendo los partidos de madrugada en casa de un amigo. La pareja Montes-Daimiel es inimitable, insuperable. Por todo. Ayer al leer de tweet de Antoni ("Vivo en un escalofrío continuo. Se ha ido un genio y uno de mis mejores amigos") me quedé hecho polvo. Da la casualidad de que hace una semana estuve viendo videos suyos en Youtube recordando algunos de sus mejores momentos (en algún sitio leí que se rumoreaba su vuelta como pareja para retransmitir la NBA de nuevo).

Uno de los motes que siempre recordaré era el del Club Abre los Ojos que presidían dos jugadores con los ojos realmente saltones (creo que eran Bobby Jackson, base suplente de Bibby en Sacramento y el ala-pivot de los Sixers cuyo nombre ya he olvidado).

En fin, que aún no habiendo seguido fervientemente la NBA y al 'mejor' Andrés Montes me ha sentado fatal la noticia de su fallecimiento. Descanse en paz.

Un saludo!

factoría_senna dijo...

Yo también estuve viendo hace un mes vídeos de Andrés Montes. Desde que dejó el baloncesto, cada cuatro o cinco meses, cuando me entra la nostalgia o alguna situación me recuerda a las vividas con Montes, suelo poner vídeos y partidos -tengo una buena hemeroteca, je, je- de la inigualable pareja Montes-Daimiel.

La última vez fue con motivo de su último partido con la Sexta. Me fijé, entonces, que sus dos despedidas, tanto ésta última como la anterior con el grupo PRISA, fueron de una elegancia insólita. Todo un auténtico caballero.

Si hay algo que destacaba el negro Montes y que le diferenciaba del resto de periodistas y profesionales de este mundillo, al margen de su acentuada originalidad, en constrate con el repetitivo y previsible ámbito del periodismo deportivo, era su carácter respetuoso y considerado.

Resulta rarísimo encontrar a periodistas de reconocido prestigio que no sean partidistas ni sectarios. Montes tenía sus gustos y sus opiniones, como todos, pero no hacía gala de eso ni era su frente de batalla diario. Toda una virtud que le diferenciaba enormemente de los García, Relaño, Lama, Segurola, Inda, Carazo, Abellán y demás.

Lo dicho, todo un jugón. Un verdadero crack.

Te agradezco tus palabras, aquí, Tunde. Así como el comentario del "Twister" de Daimiel, que deconocía por completo.

Un saludo.

Luisi dijo...

La vida puede ser maravillosa... pero un poquito menos sin él.

He de reconocer que al principio no me gustaban sus métodos para la retransmisión de partidos de fútbol y que me ponía nervioso que fallase 4 de cada 10 nombres que decía. Pero fíjate que al final acabé cogiéndole cariño y simpatía, y un partido de la Sexta, o era con él, o no era.

Yo también le echaré de menos, Senna. Bonito homenaje.

factoría_senna dijo...

Andrés Montes nunca debió de irse al fútbol. No era el deporte más adecuado para el genial narrador. El fútbol se compone de otras y dferenciadas caracterísiticas que, personalmente, no eran las idóneas para el "modo Montes". Pienso que se perdía, que no estaba del todo a gusto. En el baloncesto, por el contrario, estaba en su salsa. El ritmo del baloncesto se ajustaba como un guante a la personalísima manera de narrar el deporte de Andrés Montes. Además, ahí estaba acompañado del mejor periodista español en cuanto a conocimientos de la NBA se refiere, Antoni Daimiel. El binomio que formaban era irrepetible, tal para cual. El momento cumbre de esta pareja para mí fue el sexto partido de las finales del noventa y ocho, las últimas de Jordan con los Bulls.

He aquí el vídeo: Jazz-Bulls NBA Finales 98, por Andrés Montes y Ántoni Daimiel

¿A quién no se le pone los pelos de punta?

No, a los románticos del baloncesto nunca les hizo gracia que se pasara al fútbol. Sin embargo, se entiende porque fue una recompensa, un premio a su labrada trayectoria. El fútbol le dio todo lo que por lógicas y conocidas razones el baloncesto no le podía dar: celebridad, dinero y reconocimiento. El trabajo a toda una vida se valoró en su justa medida gracias al fútbol.

¡Un abrazo, Luisi!