viernes, 21 de diciembre de 2012

"¡Árbitro, cabrón!"

La reciente muerte de un árbitro holandés a manos de tres jóvenes de 15 años pone de manifiesto un problema que afecta también al fútbol base español. Los árbitros y los entrenadores de la Región de Murcia acusan a los padres de los futbolistas de alimentar los insultos y vejaciones en las categorías inferiores



Marcos Mateo García
Francisco Valero Pertegal
SANTOMERA - MURCIA

El cronómetro del campo de fútbol de césped artificial de El Siscar marca el minuto 5 del partido. Manuel Lobo, delantero del Santomera Infantil, se interna en el área rival con la estrecha vigilancia de su adversario, Javi Huertas, capitán del Huracán Siscar. Lobo pisa la pelota, lanza el amago y Huertas cae en el engaño. El defensa del Huracán mide mal su entrada y derriba al delantero. Un silbido aterroriza a todo el estadio. El árbitro pita penalti. La grada se alza y clama con dureza: “¡Árbitro, cabrón! Desgraciado, hijo de (...)”. Apenas hay 100 espectadores, pero el árbitro recibe una lluvia de insultos.

     Los futbolistas solo tienen 12 y 13 años, pero son conscientes de la trascendencia del partido. Los equipos Huracán Siscar y Santomera disputan el primer puesto de la categoría Segunda Infantil de la Región de Murcia. Ambas entidades mantienen además una fuerte rivalidad debido a la cercanía de sus territorios (El Siscar es una pedanía de Santomera). Los aficionados agolpan la pequeña grada de El Limonar, la cancha del equipo local. Son familiares y amigos de los futbolistas, que acompañan en todos los partidos a sus chicos. Para la hinchada el evento es más que un juego: el penalti les perjudica y cargan contra el árbitro sin contemplaciones.


Un estudio muestra que en un 80% de los casos el principal culpable del ambiente de crispación son los padres

"Si mi madre me acompañara a los partidos, me obligaría a abandonar el arbitraje"

"Los padres nos pensamos que tenemos un Messi"

"Lo ideal sería que los padres no acudieran a los partidos, pero sin ellos el fútbol sería inviable"

      Es una escena que se repite todos los fines de semana en muchos campos españoles. La violencia verbal en el fútbol traspasa el ámbito profesional y se está instalando en las categorías inferiores. Los futbolistas son niños que tienen entre 6 y 16 años y que juegan al fútbol en escenarios cargados de quejas desabridas e insultos despiadados. La Federación de Fútbol de la Región de Murcia emprendió en 2009 una investigación para medir la violencia verbal en el fútbol base. Durante toda una temporada diez informadores acudían a todos los campos de fútbol. El estudio mostró que en un 80% de los casos el principal culpable del ambiente de crispación en el fútbol son los padres de los deportistas.

     El psicólogo deportivo Luis Muiño considera que “la competitividad en el fútbol base es tremenda”.  Muiño -en declaraciones del pasado sábado en la cadena COPE- cree que “muchos padres transmiten en los campos deportivos sus frustraciones vitales y la pagan con los árbitros”. No obstante, rara vez los partidos concluyen en sucesos trágicos. Los aficionados descargan sus iras en los árbitros,  pero los casos de violencia son aislados.

     La reciente muerte de un árbitro holandés a manos de tres jóvenes futbolistas de 15 años pone de manifiesto una peligrosa realidad. Richard Nieuwenhuizen era un juez de línea que colaboraba cada fin de semana en el campo de fútbol de Almere ejerciendo su principal pasión: el arbitraje. En Holanda los árbitros asistentes no son federados ni tienen sueldo. Nieuwenhuizen era una persona comprometida con la promoción de la cantera. El pasado domingo pitaba el partido entre el Amsterdam Nieuw Sloten y el Buitenboys, club donde jugaba su hijo. Durante el transcurso del encuentro, señaló un fuera de juego que provocó las protestas de los futbolistas del Nieuw Sloten. Tres jugadores se enzarzaron con él. Le apalearon y le golpearon en la cabeza hasta que perdió el conocimiento. Richard Nieuwenhuizen falleció una hora después en el hospital.

Los árbitros, indignados
     Daniel Martínez Ruiz (Santomera, 1993) es árbitro federado y pita desde hace 4 años en la categoría de Juveniles. Considera que la situación es muy preocupante. “La muerte del asistente holandés no ha hecho más que constatar un mal endémico”. Este joven árbitro señala que la grada está más pendiente del árbitro que de los futbolistas. “Lo triste es que los padres, que son los ven este tipo de partidos, emplean sus fuerzas en gritar al árbitro y no en apoyar a sus hijos”.

     Daniel relata que los aficionados del fútbol base se dedican a abuchear al árbitro en vez de animar a los niños. Los insultos son constantes en cada partido. “Da igual que el árbitro acierte en sus decisiones. El aficionado siempre percibe que el árbitro perjudica a su equipo”. Se trata de un agravio que influye en la labor del colegiado: “Las circunstancias externas impiden concentrarte plenamente en el partido”.

     “Nos resignamos a aceptar esta injusta realidad. Vamos a los partidos pensando en cosas ajenas a nuestro trabajo. Eso es impensable en cualquier otro empleo. Es como si a un taxista que pretende llevar a un cliente a su destino, sin motivo alguno, se le cruzan en el trayecto otros coches para impedir que haga su trabajo”, manifiesta afligido.


       Sin embargo, lo que más lamenta Daniel es que su amor por el arbitraje se traduce en sufrimiento en su familia. Cuenta que su madre nunca acude a los partidos: “Si lo hiciera, me obligaría a abandonar el arbitraje”. Su padre, que es un apasionado del deporte, sí le acompaña a los estadios de fútbol: “Nunca hablamos de temas futbolísticos, sino de que el entrenador se ha excedido con los insultos o que tenía que haber expulsado a tal jugador por protestar”.

     El fútbol ha olvidado los valores, concluye Daniel. “Prima la competitividad y el ganar por encima de todo. Incluso en los jóvenes el fin justifica los medios. Apenas quedan valores de respeto, tolerancia, deportividad y juego limpio”. Le preguntamos por un posible remedio: “La solución la tenemos única y exclusivamente los árbitros. Debemos hacer una huelga indefinida. No podemos seguir consintiendo vejaciones jornada tras jornada. No debe ir implícito en nuestra profesión”.

 Los entrenadores creen que es un problema de todos
     José María Mayor acude todas las tardes al campo municipal de Santomera. Es el entrenador del equipo de fútbol 8 Primera Alevín de Santomera. Forma a niños de 10 y 11 años que todos los fines de semana se enfrentan a los equipos más potentes de la Región de Murcia. José María no cree que existan insultos en el fútbol base: “Los chicos a estas edades solo piensan en jugar, pero cuando crecen y avanzan empiezan los insultos hacia los árbitros”.
    
“Como monitor de futbolistas, intento inculcar a mis chicos fair play (juego limpio) y respeto para los rivales y para el árbitro”, asegura José María. “Los familiares y los entrenadores somos los primeros que tenemos que dar ejemplo porque los niños son esponjas. Es una tarea complicada ya que todos no se vuelcan con el deporte”. El preparador reconoce que son los padres de los jugadores quienes cargan contra los árbitros: “La grada es la causante de todos los problemas en un partido de fútbol base, y a menos edad más responsabilidad -subraya-, ya que los padres inician los insultos y reproches de las acciones del juego”.
     
Pero José María no cree que la culpa recaiga exclusivamente sobre los aficionados. Señala que muchos árbitros no ayudan a rebajar la crispación suscitada en un terreno de juego. “Si bien no comparto que se trate mal a un árbitro -matiza-, tampoco estoy de acuerdo en que no asuman errores ni escuchen las versiones de los perjudicados en las acciones polémicas”. 



Los padres se avergüenzan de los energúmenos
     Preguntamos a una persona que dedica el fin de semana a asistir a partidos de fútbol base. Joaquín Legaz es padre de tres hijos, todos futbolistas. La experiencia en este tipo de partidos le ha hecho conocer la principal finalidad de este deporte en categorías inferiores. “El fútbol base debe servir para formar a los niños como buenas personas. Además, es su primer contacto presencial con el fútbol”.

     Joaquín cree que los padres critican al árbitro sin atender a ningún motivo lógico. “Los padres suelen animar a sus hijos, pero si ven que algo les perjudica critican al árbitro sin fijarse si el árbitro ha acertado o no”. Además, añade: “Los padres solo saben de fútbol, no de arbitraje. Protestan por protestar, sin saber las reglas del juego. Toda persona normal se avergüenza del comportamiento de los aficionados energúmenos”, asevera con rotundidad.

     Legaz considera que los aficionados acuden a estos partidos para descargar las tensiones acumuladas. “Los padres insultan todo lo que no han insultado a lo largo de la semana; lo que no se atreven a decir en su casa o en su trabajo”. Pero le preocupa más la educación de los niños: “Los críos aprenden rápidamente lo que hacen sus padres. Si lo primero que hacen es insultar, el niño insultará. Y no solo en el fútbol... Vivir estas situaciones no es lo más adecuado para un niño”.

     Joaquín entiende al aficionado que critica al árbitro, pero “hay un límite que no se puede sobrepasar por el bien del niño”. Asegura que “cada uno debe ser consciente de lo que hace, pero los insultos sobran”. Además, afirma que los padres tienden a comparar a sus hijos con futbolistas de primer nivel mundial. “Los padres nos pensamos que tenemos un Messi o un Crisitano Ronaldo. Esto les impide a los niños disfrutar y les genera mucha presión”.

     El entrevistado indica el comportamiento ejemplar de los padres en la formación de los niños. “Los padres debemos aconsejar a nuestros hijos al final del partido, no durante. Para eso está el entrenador. No solucionamos nada dándole instrucciones todo el rato, ya que ponemos nervioso  y descentramos al niño”. Además, reflexiona sobre las posibilidades que ofrece acudir a los campos municipales. “El fútbol base nos da la oportunidad de disfrutar de nuestros hijos; de ver cómo se desenvuelven en ámbitos menos cotidianos. Los niños no buscan ganar, sino pasárselo bien con sus amigos”.

 Un entrenador modélico
     Pedro Jesús Asensio vive en Santomera y entrena al Alevín ‘A’ del Real Murcia. Esta es su décima temporada a los mandos de un equipo. En su recorrido en el mundo del fútbol reconoce que la situación del árbitro ha mejorado gracias a las medidas que toman las distintas federaciones. “Cada día, las sanciones a los oficiales -entrenadores, delegados y auxiliares- son mayores tanto económica como deportivamente”, lo que les hace respetar tanto al árbitro como a los adversarios.

     Aun así, reconoce que los árbitros son “los peor parados”. El santomerano recuerda que desde su infancia siempre ha sido así. “Llevo casi 30 años viendo fútbol y siempre recuerdo la cultura de echar la culpa al árbitro, de amenazarlo e insultarlo”. Al estar tan arraigada esta actitud, se resigna a que vaya a cambiar. “Va a ser casi imposible erradicarla”.

     El preparador murcianista expone el hándicap básico del fútbol. “Los padres son el principal problema en el tema del arbitraje. Si ellos no estuvieran, no se generaría ningún problema más”. Aunque razona: “Sin los padres, el fútbol no sería viable, ya que son los que llevan a los niños, los que pagan las cuotas...”. Aun así, el entrenador sueña con ver a sus niños disfrutar del fútbol. “Lo idóneo sería que en los partidos no hubiera público para que los niños estuvieran completamente relajados”.

     Pedro Jesús tiene claro lo que es primordial en niños de 11 y 12 años. “Como educador de chavales, intento que jamás le recriminen nada al árbitro ni que se metan con el rival”. El Real Murcia establece unas nociones básicas de respeto al colegiado. “El árbitro hace su labor, que ya de por sí es complicada, y tenemos que olvidarnos de él. Es un compañero más”. Además, asegura que una falta de respeto conlleva un castigo al jugador. “Cualquier niño que le insinúe a un árbitro le cambiamos durante el partido para hablar con él”. Incluso si el niño reincide en su comportamiento se plantean sanciones mayores. “Si es reiterativo, posiblemente, se llegue a la solución de darle la baja del Club”.  

     La posibilidad de haber arbitrado varios partidos amistosos le hace a Asensio empatizar con el colegiado. “Es más fácil echar la culpa a otro que a uno mismo. Disculpamos nuestros errores culpando al árbitro. Es más la impotencia de no haber podido ganar que la influencia real del colegiado en el resultado”. Para finalizar su exposición, y para que todo el mundo perciba la difícil realidad del árbitro, insta al aficionado exaltado a pitar un partido, consiguiendo que “esa persona, automáticamente, nunca más increpe al árbitro”.

     Manuel Lobo tira el penalti y marca. El Santomera Infantil se adelanta en el marcador. La grada sigue increpando al árbitro. “Siempre igual: todos los partidos el árbitro nos jode la mañana”. El Santomera consigue la victoria y se coloca líder de la Segunda Infantil. Al término del partido nos acercamos a Javi Huertas, capitán del Huracán: “El penalti era claro. Hemos perdido porque ellos han sido mejores”.

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