jueves, 28 de junio de 2012

España: talento, estilo y competitividad


España disputará la final de la Eurocopa 2012. La selección se coloca a un paso de ser el primer equipo en la historia en ganar tres entorchados internacionales de manera consecutiva. La victoria ante Portugal certifica el excelente estado de salud del fútbol español, que tendrá el domingo la oportunidad de alargar su indiscutible hegemonía mundial. Quién nos lo iba a decir, a nosotros, que durante años padecimos el dolor de la derrota y la losa del fracaso. ¿Qué ha cambiado? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Es esta una reflexión muy personal y que en tiempos donde todo se analiza y opina, me resisto a no ser menos, que para algo el blog es mío. Al fin y al cabo todos los españoles tenemos un tertuliano dentro -y, por traslación, somos seleccionadores también-.

Conviene, para ello, echar un vistazo con perspectiva a nuestro pasado: conocer la historia para comprender el presente. Históricamente, las prematuras eliminaciones en Eurocopas y Mundiales se achacaron a detalles muy concretos, estereotipados en el siempre recurso fácil de la 'mala suerte'. Un penalti, un árbitro, una cantada. Un fatalismo, tan simple, tan impreciso y tan español, que ha ocultado durante toda una vida las causas reales de los fracasos españoles. Me niego a aceptar que el éxito sea fruto única y exclusivamente de la suerte que nunca que tuvimos. Esta España no gana sólo porque esta vez un futbolista sí mete el penalti, el árbitro no le perjudica y los astros no conspiran contra nosotros. Talento, estilo y competitividad; esas son las mías.

El primer factor es la abundancia de talento en los jugadores. España goza hoy de los mejores jugadores del mundo; el once titular está compuesto por futbolistas que dominan todos los registros en su posición. Casillas, Puyol, Piqué, Ramos, Xabi Alonso, Xavi, Iniesta, Villa y Torres son los mejores en sus demarcaciones. Antaño, seamos serios y con la salvedad del combinado de Chile 62, los equipos españoles apenas contaban con un par de jugadores de talla mundial. El resto eran futbolistas de perfil medio-alto, sobrevalorados por la prensa, medianos y vulgares en su conjunto. Hace diez años, España jugaba con un Raúl y diez Capdevilas. Hoy lo hace con diez Raúles y un Capdevila. El empeño de nuestra selección a lo largo de la historia es muy loable, pero los mediocres no triunfan. España nunca tuvo una generación brillante. Hoy es una fábrica incombustible de jugadores dotados para el más alto nivel.

Pero no basta con tener futbolistas excepcionales. En Chile 62, España reunió a un elenco de estrellas que cayó en cuartos de final (Di Stéfano, Puskas, Gento y Luis Suárez, entre otros). Un estilo de juego definido es la clave del éxito en el deporte colectivo. Un plan de juego cohesionado y bien ejecutado supone la principal razón del triunfo final en el fútbol. En una liga, el factor competitivo se reduce a partidos puntuales, un Madrid-Barça, un partido complicado fuera de casa, pero la dinámica ganadora la otorga el estilo. Sin una idea clara de juego, es imposible ganar. En España hemos conjugado el pundonor y la raza de la 'furia' española de los setenta con el preciosista pero frágil y efímera de la España de Muñoz de los ochenta, pasando por el cerrojazo de Clemente de los noventa y terminando en el anacrónico fútbol de Camacho, bandas y extremos puros, con Urzaiz al remate. Los bandazos históricos en el juego español impidieron la estabilidad de un estilo: una lacra que parecía interminable. Hasta que llegó Aragonés, a quien nunca se le valorará como se merece, denostado todavía por muchos, paradigma moderno del clásico héroe español.

Luis Aragonés lo vio claro. Con suma inteligencia optó por el fútbol que mejor se adaptaba a las cualidades de los mejores futbolistas españoles. Nuestra virtud, nuestra diferencia con el resto del mundo, estaba en el fútbol de toque y posesión. Aquello de que "España no tiene condición física de base" no era ninguna tontería. Nuestra materia prima estaba en el juego combinativo y asociativo. El mérito de Aragonés es aún mayor si observamos que nunca había entrenado equipos con estas características -recuerden: el 'Sabio de Hortaleza' era famoso por su fútbol de contragolpe-. Aragonés confeccionó el equipo para ello, lo llenó de mediocentros y desterró las bandas. Erigió a un entonces intrascendente Xavi como piedra angular del proyecto. Pero aquello requería tiempo y paciencia; los equipos no se construyen en dos meses, máxime en el ámbito internacional, donde no existe el entrenamiento diario. Y, sobre todo, requería foguearse en la alta competición. La primera gran prueba de fuego llegó en Alemania 06, donde la selección dio una exhibición de buen fútbol en la primera fase, pero en octavos bastó una selección ordenada y seria como Francia para volver a pisar la lona.

Aquella eliminatoria ante los galos supuso un punto de inflexión para Luis Aragonés. Había llegado el primer examen y, por tanto, tocaba el momento del balance. Reforzó lo que funcionaba y desterró las debilidades. Futbolistas como Xavi y Villa se hicieron intocables; Raúl y Albelda no volvieron a jugar con la selección. Sin embargo, todo ello se dio en el peor de los escenarios: en una España cainita y ruin, siempre impaciente y dada a los extremos, que no perdonó el fiasco en el Mundial. Las duras críticas y fuertes presiones complicaron más aún si cabe la tarea de Aragonés. Nadie creía en él: ni aficionados, ni prensa ni siquiera la federación. Aragonés se refugió en sus jugadores, fieles y a muerte con él, en especial Casillas y Puyol, nuevos líderes del vestuario. Con portadas pidiendo la cabeza del seleccionador, con las tertulias incendiando y con una afición desilusionada y perdida en debates estériles -"Raúl, selección"-, el equipo empezó a desarrollar automatismos, a mecanizar movimientos. España tenía cada vez más claro a qué quería jugar. La culminación de todo un estilo trabajado, cuatro años de rodaje, llegó en la Eurocopa de 2008. España por fin se presentaba a una cita internacional con un idea de juego definida y mecanizada. El resto ya lo conocemos: dominio y victoria; superioridad futbolística.

Del Bosque encontró un equipo hecho al que solo debía otorgar continuidad. En un intento altivo por dejar su sello -sí, Vicente el Humilde-, el técnico salmantino casi manda al traste la herencia que recogió con aquella esperpéntica idea de jugar -otra vez- con bandas, Riera y Navas poniendo balones a la nada. Supo rectificar: la fórmula ganadora era la de Aragonés. Dejó a los extremos como recursos alternativos, volvió al plan A y ganamos el Mundial. Y con la misma idea estaremos el domingo en la final. El estilo sigue, pues, intacto hoy en día. Cambian los matices: más centrocampistas, menos delanteros; más posesión, menos profundidad. Pero España gira en torno al control y el dominio del partido a través de la pelota y la rápida recuperación del balón en defensa. Desde esta premisa podemos entender la hegemonía española en el fútbol internacional.

Sin embargo, el estilo no lo es todo. El fútbol también está sujeto a la determinación de sus futbolistas y a los caprichos del azar. Cualquier nimio detalle puede variar el signo de un partido. El factor competitivo; o el otro fútbol, que diría Camacho. Si en una Liga -decía antes- esto se reduce a dos o tres partidos concretos, en una competición internacional este factor cobra una magnitud mucho más relevante, debido al sistema de eliminatoria pura y dura. Un mal día es determinante en un Mundial. Esta era una de las asignatura pendientes. Y es aquí donde interviene la tempestividad de los españoles. La mejor generación de la historia supo aprovechar la oportunidad: estaban en el lugar y en el momento exacto. No fallaron. Sin un Casillas inspirado en una tanda de penalti, jamás hubiéramos superado los cuartos del Europeo. Sin un Torres decisivo en su primer oportunidad clara, nunca hubiéramos ganado la final a Alemania. Sin un Villa resolutivo y ultacompetitivo habríamos fallado en las fases previas. Y sin un genial Iniesta no habríamos ganado un Mundial. Ya lo dice la Historia sagrada del fútbol: las grandes selecciones de todos los tiempos contaban con espléndidos equipos, eran futbolísticamente superiores a sus rivales y tenían auténticas leyendas del fútbol.

2 comentarios:

E.Ferrández dijo...

Buen artículo. Comparto plenamente tus argumentos, pero yo no puedo dejar pasar por alto que estamos haciendo una Eurocopa muy mediocre.

Paradójicamente estamos defendiendo maravillosamente bien: Ramós está inconmensurable, bien acompañado por Piqué y por un Arbeloa que empezó inquieto pero ha ido a mejor; a Jordi Alba se le nota con infinitas ganas de hacerlo bien, muerde en ataque y contiene en defensa a partes iguales, Busquets también ha ido a más con el devenir de la competición (aunque lo noto algo cansado) y Alonso hizo un partidazo contra Francia (estando más discreto en el resto). Todos ellos acompañados por el mejor jugador de la selección junto a Iniesta: Casillas.

Y ya. Estamos siendo los reyes del equilibrio y la contención, pero estamos aburriendo a medio mundo. Jugamos eficaz y estamos teniendo el oficio que nos ha faltado en otras ocasiones, pero ya no desbordamos, no somos incisivos, no hemos tenido ocasiones realmente claras de gol en ningún partido (salvo contra Irlanda).

Me gusta el juego asociativo de la Selección, pero cuando éste se da en vertical y está encaminado a buscar el pase definitivo que acabe en remate a portería, lo detesto cuando se horientaliza y, por tanto, se banaliza y se acaba convirtiendo en un útil medio para dormir a las ovejas.

Nos faltan referencias arriba, se ponga Del Bosque como se ponga, y no tengo reparos en decir que ahora mismo, Xavi Hernández, al que nadie le discute su rol de relojero oficial del equipo, de brújula eterna de él, está para ser suplente.

¡Y ojo! Que está claro que el rival también juega, que ya nos conoce y que no podemos pretender ganar todos los partidos por 4 a 0. Pero aun ganando yo doy la voz de alarma: estamos cansados, veo que algunos jugadores presentan un cierto "hartazgo de victorias" y no podemos nunca desviarnos del sendero que nos marcó Luis: "la pelota sí, pero la pelota para", no la "pelota sí, porque sí".

En cualquier caso, somos ya un equipo grande y si el domingo ganamos la final del europeo seremos directamente un equipo de leyenda, que es lo que al final perdura y que es lo que la gente recuerda.

factoría_senna dijo...

Qué alegría me da verle por aquí, amigo!

Se me ha adelantado usted; mi intención en esta entrada era hacer un vistazo general del recorrido de esta España gloriosa. Iba a dejar para más adelante la actualidad inmediata de los nuestros.

Coincido, y bastante, en su visión de la España actual. Que aburre a las ovejas es un hecho irrefutable, pero es algo que ya venía de antes. En el Mundial tampoco generábamos muchas ocasiones; así como terminamos 1-0 en todos los partidos de la fase final. La excepción se encuentra en las semifinales ante Alemania.

Este año la tendencia controladora se ahonda aún más si vemos que Del Bosque se niega a colocar delanteros, si Villa no está en el once, si Xavi está más horizontal que nunca –parece otra vez el Xavi preAragonés- y si –ojo- cada vez se encierran más los rivales.

El caso de Xavi es determinante. España juega a lo que Xavi quiere. Él es el auténtico director del juego. No es casualidad que la España de 2008 gustó a muchos con un Xavi pletórico y esta, sin embargo, aburre con un Xavi gris. Y los mejores minutos de este europeo llegaron con Xavi en el banquillo, y dos hombres verticales en campo: hablo de la prórroga.

Y no puedo resistirme a decir que en el Barça pasa a menudo, pero, claro, ahí está un tal Messi, obsesionado con la portería rival, y atrévase a meterse con la “intocable filosofía de buen fútbol del maestro Zen Guardiola”, los inventores del único fútbol posible en el mundo.

Vuelvo a España. Y debo insistir. Seguimos jugando bien, porque dominamos y controlamos. Ningún rival ha dado sensación de poder ganarnos el partido, a excepción de Italia. No confundamos nunca jugar bien o mal con jugar bonito o feo. Y a ello me aferro todavía. Esto es catenaccio con balón; tiqui-naccio. Funciona, anula al rival, gana. Pero no gusta. Dos cosas muy distintas.

El domingo vamos a ser una leyenda.

Gracias por su visita.

Un abrazo fuerte.