domingo, 24 de septiembre de 2017

Fracasos deportivos

Tantos éxitos nos han malacostumbrado. Se encadenan las glorias de Nadal, Mireia Belmonte, la Undécima, la Duodécima y uno, abrumado ante los triunfos, acaba asumiendo que la victoria es lo habitual y se olvida de que la derrota forma parte del juego. En el deporte de élite se llega al extremo de que no ganar un torneo se recibe como «un fracaso». El calificativo ha alcanzado en el fútbol un cariz demoledor, rotundo, a pesar de que la RAE siga definiendo la palabra simplemente como «resultado adverso».

No ocurre en el baloncesto, más alejado de los maniqueísmos del fútbol, donde nadie ha catalogado como un fiasco el hecho de que España no revalidara su corona europea. Al contrario, queda la sensación de una trayectoria esplendorosa, con nueve medallas en diez Eurobaskets.

«El éxito es estar siempre ahí», comentaba en una entrevista Sergio Rodríguez antes de caer eliminado ante Eslovenia. Ese es, como aficionado, el objetivo que se debería pedir a un equipo o a un deportista: que sea competitivo y pelee por los triunfos; que se codee en el ring de los favoritos; que pugne por la gloria; o sea, que «esté ahí», como dice El Chacho. Porque exigir medallas de oro y dar por sentado que se deben conseguir títulos es irreal. El deporte no es eso: el éxito y el fracaso no se pueden valorar con sólo 90 minutos, o con 40. Y menos cuando, como en la vida, se suele perder más que ganar. Incluso el Real Madrid, por citar un caso de palmarés abundante, ha sumado más temporadas sin campeonatos de Liga (en 53 ocasiones) que con el trofeo en sus vitrinas (33). ¿Tantas veces ha fracasado en su historia? Yo no lo vería así.

*Artículo de opinión publicado en el diario La Opinión de Murcia.

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