
Boluda se ha ganado mi beneficio de la duda que le negué cuando obtuvo el sillón presidencial por haber sido miembro de la directiva del infame Calderón. Presuntamente era conocedor y partícipe de las fechorías y trapicherías de Calderón y sus colegas. Pero ya no me importa. Ayer se mereció el sueldo y mi respeto: aguantó como un jabato la moratiniana jornada, habló y dejó hablar, fue sincero y no se fue por las ramas; mantuvo una postura señorial y respetuosa al socio que hacía años que yo no la veía. Además, escuchó a la plebe y accedió a adelantar el día de las elecciones que, aun siendo tardías, se celebrarán en una fecha más razonable. Sí, señor Buluda, tiene usted razón: hemos salido todos ganadores.
Por poner un pero que, haberlos, haylos siempre, lamento la ausencia de un alto número de socios compromisarios que no les dio la gana de asistir a la probablemente asamblea más importante de los últimos años. Y comentar también lo cutres y demagogos que fueron algunos compromisarios que pidieron el turno de palabra, los cuales no hacen más que justificar mi desencanto con la afición madridista. Patético Toñín el Torero; antónimo perfecto de elegancia y clase. Pero en fin, pedir eso sería el colmen de la felicidad. Es el peaje de la democracia. Respeto para todos; libertad de expresión sin distinción alguna. Una profesora de Historia me lo explicó magníficamente en su día: la democracia de perfecta no tiene nada, sino que es el mejor sistema inventado hasta ahora.
Como parece ser que Fernando Alonso no gana, hay gente que todavía no se ha enterado de que ha vuelto la fórmula uno. Sí, ha regresado; y se presenta, sinceramente, más abierta y apasionante que nunca. Gran fin de semana éste, en Australia. Para resumir, me quedo con tres nombres propios. El primero es alemán y se llama Sebastian Vettel. En mi opinión, es el piloto con más talento y potencial de toda la parrilla. Es muy bueno y además, los tiene bien puestos. Pudo ser ayer listo y conservador, pudo dejar pasar al veloz Kubica y asegurar el podio. Pero no. Eso no le pone a Vettel. No es lo suyo. Defendió con uñas y dientes su segunda plaza. Es talento puro. Recuerden: él no corrió con el difusor ni con el KERN, él iba con su estrenado Red Bull de motor Renaulf, sus manos y un par de huevos. Ya lo comprobarán ustedes: denle un coche bueno, y verán, verán...
Los otros dos son ingleses, para disgusto de muchos. Uno es negro, el odiado y denostado Lewis Hamilton. Su Mercedes ha sido el más perjudicado de los nuevos cambios. Es el que peor situación está respecto de los que se han beneficiado del difusor. Y ahí lo tienen al negro. Carrerón, espectacular remontada, demostrando por qué desde niño se la ha llamado a hacer grandes cosas. Que tomen nota los quejicas de turno. Y el otro, el blanco, es Jenson Button. Con todo merecimiento ganó el gran premio de Melbourne. Me alegró muchísimo de su victoria. Pasó de ser la esperanza inglesa a la oscuridad y el anonimato en menos que canta un gallo.
En fin, qué bonito deporte éste, el de la fórmula uno.