lunes, 30 de marzo de 2009

Aún hay esperanza

Es un día feliz para los madridistas de bien. Por fin vemos la luz al final del oscuro túnel. Se ratificó a Boluda y se solucionó el viejo problema del voto por correo en una modélica y ejemplar asamblea. No es osadía si afirmo que creo que volveremos a tener unas elecciones limpias. Que ya era hora. El próximo mandatario blanco será más legítimo que nunca. Y con ello, vuelvo a tener ilusión. Vuelvo a tener fe en esa mágica fábrica de sueños que es Real Madrid y que penosos dirigentes, y malos madridistas, nos han intentado robar en los últimos años. Vuelvo a creer en el Real Madrid como una institución de relevancia mundial. Definitivamente, he superado mi particular crisis de madridismo.

Boluda se ha ganado mi beneficio de la duda que le negué cuando obtuvo el sillón presidencial por haber sido miembro de la directiva del infame Calderón. Presuntamente era conocedor y partícipe de las fechorías y trapicherías de Calderón y sus colegas. Pero ya no me importa. Ayer se mereció el sueldo y mi respeto: aguantó como un jabato la moratiniana jornada, habló y dejó hablar, fue sincero y no se fue por las ramas; mantuvo una postura señorial y respetuosa al socio que hacía años que yo no la veía. Además, escuchó a la plebe y accedió a adelantar el día de las elecciones que, aun siendo tardías, se celebrarán en una fecha más razonable. Sí, señor Buluda, tiene usted razón: hemos salido todos ganadores.

Por poner un pero que, haberlos, haylos siempre, lamento la ausencia de un alto número de socios compromisarios que no les dio la gana de asistir a la probablemente asamblea más importante de los últimos años. Y comentar también lo cutres y demagogos que fueron algunos compromisarios que pidieron el turno de palabra, los cuales no hacen más que justificar mi desencanto con la afición madridista. Patético Toñín el Torero; antónimo perfecto de elegancia y clase. Pero en fin, pedir eso sería el colmen de la felicidad. Es el peaje de la democracia. Respeto para todos; libertad de expresión sin distinción alguna. Una profesora de Historia me lo explicó magníficamente en su día: la democracia de perfecta no tiene nada, sino que es el mejor sistema inventado hasta ahora.




Como parece ser que Fernando Alonso no gana, hay gente que todavía no se ha enterado de que ha vuelto la fórmula uno. Sí, ha regresado; y se presenta, sinceramente, más abierta y apasionante que nunca. Gran fin de semana éste, en Australia. Para resumir, me quedo con tres nombres propios. El primero es alemán y se llama Sebastian Vettel. En mi opinión, es el piloto con más talento y potencial de toda la parrilla. Es muy bueno y además, los tiene bien puestos. Pudo ser ayer listo y conservador, pudo dejar pasar al veloz Kubica y asegurar el podio. Pero no. Eso no le pone a Vettel. No es lo suyo. Defendió con uñas y dientes su segunda plaza. Es talento puro. Recuerden: él no corrió con el difusor ni con el KERN, él iba con su estrenado Red Bull de motor Renaulf, sus manos y un par de huevos. Ya lo comprobarán ustedes: denle un coche bueno, y verán, verán...

Los otros dos son ingleses, para disgusto de muchos. Uno es negro, el odiado y denostado Lewis Hamilton. Su Mercedes ha sido el más perjudicado de los nuevos cambios. Es el que peor situación está respecto de los que se han beneficiado del difusor. Y ahí lo tienen al negro. Carrerón, espectacular remontada, demostrando por qué desde niño se la ha llamado a hacer grandes cosas. Que tomen nota los quejicas de turno. Y el otro, el blanco, es Jenson Button. Con todo merecimiento ganó el gran premio de Melbourne. Me alegró muchísimo de su victoria. Pasó de ser la esperanza inglesa a la oscuridad y el anonimato en menos que canta un gallo.

En fin, qué bonito deporte éste, el de la fórmula uno.

lunes, 23 de marzo de 2009

Recta final

Ya sólo quedan diez jornadas para conocer el flamante campeón de Liga. Llega el momento de la verdad. Y se presenta, sinceramente, apasionante. Aunque tengo mis propias sospechas, no sé -ni yo ni nadie- el final de esta película. Todo puede ocurrir. Por poner ejemplos dispares, desde que el Madrid gane esta liga hasta que el Athletic baje a Segunda. Nada, o casi, importa lo hecho durante los últimos meses. Sólo vale ya lo que hagas en estas jornadas. El pasado poco tiene que ver; es el duro presente quien marcará y condicionará el porvenir de los veinte clubes españoles. Ya lo dijo hace un tiempo Luis Aragonés: "Poco importa lo que haga antes, lo que vale de verdad son las diez últimas jornadas".

El Barça es el que mejor tiene que interpretar la sentencia de Aragonés. Muchos dicen que este equipo quedará para el recuerdo. Déjenme que les diga que estoy en desacuerdo total. Si este equipo sólo gana la Copa del Rey no lo recordará ni su padre. Todo culé sabe de sobra que los títulos es lo único importante. Todo se reduce a eso. Como también es igual de cierto que ningún culé lo reconocerá: de perder esta Liga mentará la excusa de su brillantísimo y excelentísimo juego y a la potra del rival. Pero en el fondo, en su soledad, estarán jodidos. Así que, considerando que la Copa de Europa la tienen difícil y la Copa del Rey no cuenta, por el bien de los culés, mas le vale que no tiren esta Liga.

Por otro lado, está el Real Madrid, vivo y coleando, para inri de otros. A diferencia del Barça, no hizo nada en verano. Se han hecho las cosas rematadamente mal. Tiene menos mimbres que el Barça, menos argumentos que ofrecer. De hecho, en comparación, no tiene casi nada. La rutina de este curso ha estado marcado por los escándalos y los despropósitos. Ha superado la dimisión de un presidente, ha salvado la destitución de su entrenador y se ha rehecho de una plaga de lesiones; ahí lo tienen, a seis puntos del Barça. Es el Real Madrid, amigo. La competividad de este equipo está fuera de dudas. Muchísimo mérito tiene que la liga aún no esté acabada. Y de elogio será, se pongan como se pongan algunos, si consiguen esta Liga.

Sin embargo, para mí la temporada ha sido un fracaso absoluto. Está en su obligación pelear por este título, pero no compensará nada. De ganar, que no haya dudas: lo celebraré; me voy a reír de lo lindo este estío y a alguno que yo me sé le voy a hacer un merecido corte de mangas. Pero, en frío, reflexionando, cigarro en mano y en este blog, seguiré maldiciendo las penurias de este Madrid que me toca vivir.

jueves, 12 de marzo de 2009

Fracasos incuestionables

Enésimo fracaso europeo del Madrid; enésimo ridículo del Madrid. Intolerable para el aficionado madridista. El Madrid siguió con la tónica decadente del Madrid en los últimos años: el prestigio está por los suelos, la camiseta mancillada y apenas respeto nos queda en Europa ya. Sin embargo, lo peor es que ya ni siquiera creamos ilusión. ¿Cuántos niños en el mundo se hicieron el martes del Liverpool?

El motivo de la derrota es sencillo: enfrente hubo una plantilla superior a la nuestra; presenta un modelo, un plan que se sigue desde hace cinco años, unos jugadores hechos y derechos y sabedores de su trabajo, expertos y ganadores. Los jugadores del Liverpool saben qué hacer, cuándo y dónde, y cómo hacerlo. El Real Madrid, en cambio, es un equipo cogido con pinzas, no existe plan, su política de fichajes contempla tanto fracasos como éxitos a su vez, ni tampoco son expertos ni ganadores, al menos en Europa.

El Liverpol buscó la victoria en su desarrollado método, en el trabajo racional, en la continuidad, en la coherencia a lo practicado y entrenado durante años; sabían cómo lograr el éxito porque simplemente ya lo habían hecho en anterioridad. Su victoria tenía motivos y razones. Todo lo contrario que el Madrid, que la buscó en la sorpresa, en un trabajo incorrecto e intermitente, en la inspiración de determinados jugadores y el pinchazo del rival; el posible éxito del Madrid hubiera sido inédito, nunca antes visto. De ganar, dudo de la existencia de motivos lógicos.

Fue el fracaso de dos grandes bloques. Por un lado, el de los dirigentes madridistas, los cuales son responsables de la permanente inestabilidad institucional, de su nula gestión deportiva, con sus escándalos y despropósitos acompañados de salidas de tonos inapropiadas, todo condenado y resuelto a la autogestión de los propios jugadores. Y por otro lado, fue el fracaso del raulismo. Jugador alabado hasta cotas inimaginables, señalado estrella y líder desde el hundimiento de los galácticos que, sin embargo, no ha cosechado ningún resultado en Europa. Son cinco años ya. El raulismo no sirve, no funciona; ha sido una mentira que ha perjudicado a todos. La eliminación del Madrid es también el fin del raulismo.

Ya sólo queda a los madridista refugiarse en la Liga. Un título menor que casi nunca sabe a nada; cada vez que se logra, se recuerda que nuestra mirada es más alta, que nuestra grandeza no está aquí en España, sino en Europa, donde hasta hace poco éramos los más grandes.

martes, 3 de marzo de 2009

A falta de pan...

Un plantilla tan suficiente para el título liguero como limitada para el título europeo. Ésa es la realidad del actual Real Madrid. Preparado para ganar a cualquier equipo español y a la mayoría de los europeos, pero no aún para la élite de los grandes. Liverpool, Inter, Manchester United y los excelsos equipos tácticos -Juventus, Chelsea, por ejemplo- quedan fuera del alcance real del Madrid. Al Madrid, efectivamente, le falta de una plantilla de alto nivel y, lo más importante, presentar y aplicar un modelo a seguir, un método de trabajo: un proyecto deportivo.

Así pues, el Madrid se debe a la Liga, superior en todas las facetas a sus rivales. Le basta con lo que tiene. Hace falta que un equipo haga la mejor campaña de su historia y bata registros para dudar de la consecución del campeonato por parte del Madrid. Si el Madrid gana esta liga, no sé qué demonios tendrá que hacer el Barça para vencer a su eterno rival. De fallar en Anfield y aunque siga sin depender de él mismo, no tengo dudas de que el Madrid se presentará como favorito indiscutible para revalidar el título.

Pero no nos engañemos. Las exigencias del Madrid no son éstas. Arruinar el año al equipo que más nos odia no está nada mal. Y reconozco además que es aliviante. Pero no se debe olvidar quiénes somos y qué representamos; no podemos olvidar que la grandeza del Madrid está en la Copa de Europa y que no nos vale nada más que ganarla. Fastidiar la marrana al culé no es nuestro sino.